La cancha es la de mayores dimensiones de Mesoamérica: alrededor de 120 por 30 metros. Está formada por dos elevados muros en cuyo centro se encuentran empotrados dos anillos de piedra, conocidos como marcadores del juego de pelota, que llevan las representaciones de dos serpientes emplumadas entrelazadas, lo que los convierte en portales hacia el inframundo, en consonancia con el profundo sentido ritual del juego. Además, en la parte baja de esos muros se encuentran bajorrelieves con escenas de sacrificio de jugadores.
El juego de pelota cuenta en cada extremo con un edificio, los llamados Templo Norte y Templo Sur, en los que seguramente se llevaban a cabo actividades rituales. En el interior del Templo Norte se localiza un panel con relieves que muestran distintas escenas en las que participan más de 40 personajes. Sobre el extremo sur de la plataforma este se encuentra el Templo de los Jaguares, también asociado al rito.
Imagen: Arriba: “Edificio llamado El Juego de Pelota”. Grabado de Frederick Catherwood. John L. Stephens, 1839-1840. Digitalización: Raíces. Color: Samara Velázquez. Abajo: El Gran Juego de Pelota; al fondo, el Templo Norte. Foto: Carlos Blanco / Raíces
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Vela, Enrique, “El Gran Juego de Pelota”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 27, pp. 22-24.