Dioses mesoamericanos

Alfredo López Austin

Los dioses

Así fueron concebidos el otro tiempo-espacio y las construcciones del aparato cósmico que permitían los flujos. No menos complejas fueron las concepciones que los mesoamericanos se forjaron sobre los moradores del anecúmeno. Como el ámbito espacio-temporal que les era propio, los seres anecuménicos debían ser la explicación cosmológica que necesitaban las sociedades indígenas para ver y actuar en su mundo. Los moradores del anecúmeno eran, ante todo, entes invisibles que los hombres creían vislumbrar escondidos tras los procesos mundanos, ya permanentes, ya repetitivos. No sólo sentían su presencia, sino que creían descubrir sus regularidades para predecir con ellas su arribo, para anticiparse a sus giros. Así ajustaban a su estancia y retorno toda acción, todo trabajo.

Además, si los seres invisibles podían explicar la regularidad del mundo, debían responder también por sus irregularidades. Ellos eran los causantes de los accidentes, de lo sorpresivo, de lo que altera y daña la vida de los hombres. Posiblemente se pensó entonces en los caprichos de aquellos seres anecuménicos, sus odios, sus venganzas, sus castigos, adjudicándoles –al menos a algunos de ellos– una volubilidad igual a la que los hombres reconocían en sí mismos. Si así fue o fue de una manera parecida, los hombres acabaron por atribuir a una buena parte de los seres anecuménicos una naturaleza semejante a la que se observaba en las sociedades humanas. Al considerar modélica su propia especie, los hombres juzgaron que se abría la posibilidad de usar ante los seres anecuménicos una de las vías más eficaces en el trato social: la persuasión. Si muchos de aquellos seres eran antropoicos –y permítaseme usar aquí el neologismo– podían ser vulnerables a la súplica, al convencimiento, al halago, a la dádiva, a la propuesta de intercambio, aun al engaño y a la amenaza.

Imagen: Entre las facultades de los dioses mesoamericanos se encuentran: a) la fusión, mediante la cual dos o más dioses pueden fundirse para formar uno solo; b) la fisión, que permite a un dios formar dos o más dioses a partir de sí mismo, distribuyendo sus características y atributos; c) la división, ya que un dios es capaz de formar de sí mismo una multiplicidad de dioses iguales a él, y d) la reintegración, que hace que varios dioses iguales entre sí retornen a la unidad divina de origen. Reprografías: Marco Antonio Pacheco / Raíces.

 

Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

López Austin, Alfredo, “Los dioses”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 83, pp. 49-57.