La presencia del guajolote en México está íntimamente entramada con la historia y la cultura de Mesoamérica. Sus orígenes como animal doméstico se remontan a los de inicios de la agricultura; lo que se advierte es su antigua presencia en la organización social de los campesinos milperos.
Los hombres trabajan en el ciclo agrícola de la milpa, acompañados del perro, que llega con los primitivos recolectores- cazadores que arriban del continente asiático; en tanto la mujer tiene su espacio en la vivienda y el solar que le rodea, donde cultiva maíz de ciclo corto, condimentos, plantas medicinales y de ornato, y cuida de los ancianos, los niños pequeños y los guajolotes.
Así, la unidad fundamental de las sociedades mesoamericanas está constituida por la dualidad del trabajo en la milpa y en la casa, ejes conceptuales de la cosmovisión mesoamericana. Esta presencia íntima del guajolote en la tradición cultural mesoamericana se advierte en una amplia gama de manifestaciones de los pueblos contemporáneos, particularmente aquellos que mantienen el cultivo de la milpa y la vigencia de una lengua amerindia.
De ahí, esta presencia se ha extendido a las ciudades, fundadas por los colonizadores hispanos y convertidas ahora en sede de una población nacional que, si bien mantiene la presencia del guajolote, ha perdido sus referencias simbólicas a sus antiguas raíces históricas.
Imagen: Alimentando a los guajolotes. Dzitás, Yucatán. Foto: Andrés Medina Hernández.
Andrés Medina Hernández. Doctor en antropología, por la UNAM. Investigador en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Etnólogo especializado en la etnografía de México y en historia de la antropología en México.
Medina Hernández, Andrés, “Las voces del guajolote”, Arqueología Mexicana, núm. 176, pp. 26-31.