Existe la muy extendida y equivocada creencia de que lo que ahora conocemos como pozole es el mismo platillo que, en Tenochtitlan, se consumía durante las fiestas de la veintena de tlacaxipehualiztli. En uno de los rituales de ese mes se sacrificaban cautivos cuyos restos mortales, con excepción del muslo, que correspondía al tlatoani, eran preparados en un caldo de maíz que era compartido con los parientes y conocidos de quien había ofrecido al sacrificado.
Es cierto que el ingrediente básico y la preparación son los de nuestro pozole, maíz cocido, pero eso no significa que fuera la única ocasión en que ese caldo se preparara, ni que se le acompañara siempre de carne humana. Esto ocurría en momentos determinados de la vida ritual y tenía propósitos mucho más allá de la simple alimentación. A este platillo cargado de la esencia misma del ser humano se le conocía como tlacatlaolli, “maíz de hombre”.
Es una comida que, como otras, dejó de consumirse una vez desaparecidas las circunstancias culturales que le daban sentido. Cabe mencionar que en las fuentes se mencionan otras preparaciones de maíz cocido, como el etzalli, un guiso de maíz y frijol, al que en los comentarios del Códice Magliabechiano se le define como “pozole” y al que, si bien en ocasiones también podría añadirse carne humana, normalmente se le agregaban trozos de guajolote.
Al mencionar ese mismo guiso, Durán señala que al “maíz cocido por sí sólo llámanle pozolli…” y observa que era una preparación costosa y que con frecuencia había que optar entre prepararlo con frijol o con maíz, dejando la mezcla para ocasiones especiales. También cuenta que él lo comió muchas veces de pequeño y que era una comida muy “deseada y apetecida”.
Conoce más en el texto de Enrique Vela, “Pozole”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 122, pp. 66-67.

