Durante la larga historia de Monte Albán, los artesanos del valle de Oaxaca destacaron por su inigualable habilidad alfarera, plasmada en lo que hoy llamamos vasijas efigie, las cuales están formadas por un recipiente con una figura humana o animal, glifos y expresiones de estilo zapoteca. También se conocen como urnas funerarias, aunque cabe aclarar que no suelen contener restos humanos incinerados, ni son exclusivamente objetos fúnebres.
La diversidad y complejidad de urnas en Atzompa abarca desde piezas sencillas de 10 cm de altura hasta las más ornamentadas y detalladas que alcanzan los 80 cm de alto. Algunas son figuras de aves, jaguares o monos; otras representan a mujeres y hombres de la elite, con su nombre calendárico; en otras se combinan rasgos de animales como aves, felinos y reptiles; ciertas vasijas representan individuos o antepasados con atributos de deidades calendáricas, y otras plasman únicamente dioses zapotecas. El recipiente de las urnas tuvo distintos usos. En algunos casos almacenaron objetos rituales, como navajas de obsidiana utilizadas para extraer sangre, o funcionaron como braseros. Algunas urnas se encontraron vacías aunque es posible que contuvieran materiales perecederos como agua, sangre, papel o semillas.
A partir del análisis del estilo arquitectónico, del cerámico y de fechamientos por carbono 14, se detectó que la mayoría de las urnas localizadas en Atzompa corresponden al Clásico Tardío (siglos VI-VIII de nuestra era), periodo en que se dan el máximo apogeo y el colapso político de la cultura zapoteca (beniza) en Atzompa y Monte Albán.
Tomado de Leobardo Daniel Pacheco Arias, “Urnas de Atzompa. Manufactura e imaginería zapoteca”, Arqueología Mexicana núm. 126, pp. 56-59.
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