Redescubriendo la antigua ciudad de Tzintzuntzan mediante tecnología LIDAR

José Luis Punzo Díaz y Fernanda Lucía Navarro Sandoval

Una de las ciudades más importantes a la llegada de los españoles a lo que hoy es el territorio mexicano fue, sin duda, Tzintzuntzan, en Michoacán, la cual era el centro del poder de un territorio de cerca de 75,000 km² llamado Irechequa (Irechekwa, en lengua purépecha), término que fue traducido por los primeros frailes españoles como “reino”, y cuya traducción más literal sería “territorio del señor”. En esta metrópoli gobernó una dinastía hereditaria desde, aproximadamente, finales del siglo XIV hasta la conquista hispana.

Este clan gobernante se llamaba a sí mismo uacúsecha (señores águila), y mediante alianzas y conquistas lograron dominar un territorio que necesitó un importante aparato de gobierno, asentado en la urbe de Tzintzuntzan, con la cual se encontraron los conquistadores, en 1522, a su arribo a los territorios del cazonci, expresión con la que se referían a su gobernante. Si bien la mayoría de los datos de Tzintzuntzan aluden a su momento de esplendor, era en esta gran capital donde se asentaba el gobierno y se tomaban las decisiones políticas y religiosas, cuya historia más antigua está aún por descubrirse.

No obstante, nueve décadas de estudios, desafortunadamente Tzintzuntzan no contaba con un plano de toda su extensión. Pollard realizó un plano de sus recorridos y recolección de materiales, pero con poco detalle arquitectónico. Posteriormente, Fernández hizo otro intento, con buenos resultados, y registró cerca de una centena de estructuras arqueológicas. Sin embargo, ninguno pudo reconocer la dimensión y la complejidad arquitectónica de la urbe.

Derivado de ello se planteó un proyecto de investigación con una metodología que ha dado grandes resultados en la última década de estudios en ciudades prehispánicas: el uso del sensor Light Detection and Ranging (LIDAR). Esta tecnología rápidamente se ha vuelto una herramienta esencial en la arqueología para localizar y documentar arquitectura y elementos ambientales, sobre todo en zonas con vegetación donde históricamente ha sido difícil localizar restos de sitios.

El LIDAR genera modelos de terreno, a través del envío de una gran cantidad de pulsos láser desde una fuente, en este caso aerotransportada, midiendo la distancia entre ésta y el punto sólido de impacto del láser. Esto forma una nube tridimensional de puntos que, mediante distintos procesos matemáticos para su clasificación, permite tomar diferentes porciones de ésta, separando la cubierta vegetal del suelo, los edificios modernos, etc. Con esto podemos generar mapas con alto detalle del terreno o Modelo Digital de Terreno (MDT). Dependiendo del sensor empleado para su conformación, estos MDT pueden tener entre una veintena a varias centenas de puntos láser por metro cuadrado. Esto, aunado a otros procesos de mejoramiento de imagen, logra realzar rasgos microtopográficos para identificar elementos arqueológicos que son difíciles de ver, incluso en los recorridos físicos en campo, ya que los modelos resultantes aportan una visión privilegiada del espacio, a muy alta resolución.

Con el uso de esta metodología se adquirieron datos de 70 km² correspondientes a la zona oriente del lago de Pátzcuaro, que incluye las antiguas ciudades de Ihuatzio y Tzintzuntzan. Mediante el análisis de los MDT hemos identificado cerca de 2,000 anomalías, las cuales pueden tratarse de estructuras arqueológicas. A través de su estudio se ha confirmado la existencia de más de 1,000 plataformas y terrazas de distintos tamaños y formas, que son el principal componente arquitectónico de Tzintzuntzan.

Tomado de José Luis Punzo Díaz y Fernanda Lucía Navarro Sandoval, "Redescubriendo la antigua ciudad de Tzintzuntzan mediante tecnología LIDAR", Arqueología Mexicana, núm. 188, pp. 80-85.

José Luis Punzo Díaz. Doctor en arqueología por la ENAH. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores e investigador del Centro INAH Michoacán. Responsable de las zonas arqueológicas de Tzintzuntzan y Tingambato.

Fernanda Lucía Navarro Sandoval. Arqueóloga por la ENAH. Colaboradora en el Proyecto Tzintzuntzan.