María Olvido Moreno Guzmán
Llamará la atención de los lectores el título “Colibríes en México” de esta entrega de Arqueología Mexicana y se preguntarán por qué no “Colibríes de México”. La primera razón obedece a que en realidad varias de estas pequeñas aves que se encuentran en territorio nacional corresponden a especies que realizan migraciones fuera de nuestras fronteras, llegando hasta Alaska y Centroamérica.
María Olvido Moreno Guzmán
Desde fechas remotas, los colibríes están presentes en el arte y el pensamiento mesoamericanos. Chupaflor, chupamirto, picaflor, chuparrosa, chupamiel, ermitaño, zumbador, tentenelaire y pájaro mosquito, entre otros, son los términos con los que denominamos a los colibríes. En algunas lenguas originarias de México esta ave recibe los nombres de: huitzilin (náhuatl), tzintzuni (purépecha), ts’unu’um (maya), niyo’o (mixteco), terhoyej (zapoteco) y tzunúm (huasteco).
María Olvido Moreno Guzmán
A la fecha, en todo el mundo se conocen siete objetos que se asocian con la plumaria mesoamericana; este corpus consta de un tocado (quetzalapanecáyotl, conocido como Penacho de Moctezuma), cuatro chimallis (escudos de formato circular), un disco (al que se le ha asignado el nombre de Tapacáliz) y una insignia colonial (también de formato circular) con diseños de una mariposa y una flor. Ninguna de las siete piezas tiene plumas de colibrí.
María Olvido Moreno Guzmán
La historia de una migración conjunta de mexicas y tarascos orientados por Huitzilopochtli (que los guiaba y les decía en sueños qué hacer) y su separación en el lago de Pátzcuaro todavía no ha sido elucidada; al respecto hay versiones alternativas sobre el origen común de ambos grupos, sobre un pasado mítico compartido y en relación a su enemistad. Lo que es un hecho es que el culto al colibrí era común entre mexicanos y michoacanos.
María Olvido Moreno Guzmán
Es un hecho que no todos los mosaicos plumarios de la época colonial tienen la misma calidad. Para lograr una pieza con altas cualidades formales era fundamental el pleno dominio de la técnica, es decir, el resultado final siempre dependía de la colocación de todas y cada una de las diminutas plumas. Para tal fin, los amantecas debían de tomar en consideración ciertas estrategias.
María Olvido Moreno Guzmán
En el contexto de la imposición del poder colonial y su religión cristiana, el Imperial Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco fue durante 60 años el espacio más importante para la educación de los indígenas –principalmente nobles. Esta institución de altos estudios (nivel universitario) se fundó en 1536 bajo el auspicio de Carlos V. Ahí se impartían cátedras y entre las asignaturas figuraban gramática, lógica, retórica, geografía, historia, literatura y medicina.