El dios del fuego es uno que se encuentra en distintos sitios del universo –lo mismo en los planos celeste y terrestre que en el inframundo– y que posee varias advocaciones. Es una deidad transformadora y creadora y no sólo es uno de los dioses más antiguos de la cosmogonía del Centro de México, es uno que perduró hasta la época de los mexicas, quienes lo llamaban Huehuetéotl-Xiuhtecuhtli. En las representaciones más antiguas, procedentes de Cuicuilco, se manifiestan ya sus rasgos esenciales: un personaje de edad avanzada, sentado y encorvado, con las manos sobre las piernas y un brasero sobre la espalda. En las épocas siguientes, en sitios como Teotihuacan y Xochicalco, el brasero lo llevaría sobre la cabeza y estaría adornado con motivos alusivos a los rumbos del universo. En Tenochtitlan serían más comunes las representaciones de otro tipo, si bien vale la pena destacar el ejemplar del Templo Mayor, que porta una máscara y otros atributos que Alfredo López Austin (1985) identificó como un dios del fuego que mora en el mundo de los muertos.
Imagen: 1. Dios Viejo del Fuego. Cuicuilco, Ciudad de México. Preclásico Tardío. Museo Nacional de Antropología. 2. Dios Viejo del Fuego. Teotihuacan, estado de México. Clásico Temprano. Museo de Sitio de Teotihuacan. 3. Dios Viejo del Fuego. Xochicalco, Morelos. Epiclásico. Museo Nacional de Antropología.
Huehuetéotl. Templo Mayor, Ciudad de México. Posclásico Tardío. Museo del Templo Mayor. Fotos: archivo digital de las colecciones del MNA, INAH-CANON, Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “12. Dios Viejo del Fuego. Cuicuilco, Ciudad de México”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 96, pp. 34-35.