Daniel Díaz
Según Salvador Mateos Higuera, el Altar de los Animales de la Muerte fue localizado en 1940 en la calle de Donceles 101, centro de la ciudad de México –dentro del Recinto Ceremonial de Tenochtitlan, corazón de la cultura mexica–, cuando se construían los cimientos de una moderna edificación. Mateos Higuera también consigna que la pieza le fue comprada al señor Manuel Ysita y Rubio para el acervo del MNA. En 1943 Benjamín Péret publicó 20 fotografías, tomadas por Manuel Álvarez Bravo, y una descripción del altar, aunque entonces no fue identificado el escorpiónque hay en una de sus caras.
Los animales de la muerte
En el altar están representados la lechuza, la araña, el murciélago y el escorpión, animales relacionados con la muerte, la oscuridad de la noche y sus poderes. Cada uno está en una de las caras del bloque, enmarcado por una moldura. En la quinta cara hay un relieve de Tlaltecuhtli, deidad de la tierra que en la tradición escultórica mexica se colocaba en contacto con la superficie.
Chichtli, lechuza. Tiene grandes ojos enmarcados por círculos y vuela cabeza abajo, lo que probablemente esté en relación con el dios de los muertos, uno de cuyos nombres era Tzontémoc, “bajó de cabeza”; las alas están desplegadas y las plumas claramente esculpidas de acuerdo con la tradición y las convenciones de la escultórica mexica. Las patas están en los lados del cuerpo; en la garra derecha lleva un elli, hígado humano, órgano considerado por los mexicas como el receptáculo de la entidad anímica que proporcionaba a los seres humanos la energía, el valor y las pasiones.
La lechuza tiene dos adornos de papel de amate que simbolizaban la muerte y el sacrificio, el ixcuatechimalli, “escudo de la frente”, y el amaneapanalli, tiras de papel que cruzaban la espalda y el pecho, y que también eran parte del atuendo de Mictlantecuhtli, dios de la muerte y señor del inframundo. En la cultura mexica, la lechuza y el búho de cuernitos o tecólotl eran mensajeros del dios de la muerte, portadores de malos agüeros y aves de los hechiceros.
Tócatl, araña. A diferencia de la lechuza, la araña está representada con características mitológicas, aunque también tiene elementos relacionados con la muerte por sacrificio. Sobre el ojo se labró una ceja semejante a la de los mascarones de la deidad de la tierra; la boca con dientes y el ojo tienen claras semejanzas con los adornos de los cuchillos-rostro empleados en los sacrificios humanos. En las patas, que tienen garras, lleva corazones humanos humeantes. Del corazón que lleva en la pata delantera sale un chorro de sangre que entra en la boca del insecto. Cerca del final del cuerpo, que tiene un amenazante aguijón, se representó una telaraña con cuatro protuberancias alrededor. Esta telaraña tiene un amaneapanalli, que también se ve en el cuerpo de la araña. El ixcuatechimalli está en la cabeza de la araña, que tiene dos elementos parecidos a orejas de conejo, lo que al parecer era la convención escultórica para representar de perfil a las arañas.
Cólotl, escorpión. El cuerpo, las patas, las tenazas y la cola muestran los segmentos que distinguen a los escorpiones, aunque en cuatro de sus patas se representaron garras semejantes a un pulgar y otros dos dedos, mismo motivo que está al final de la cola; las cejas y los ojos son similares a los de los cuchillos-rostro y en la parte de la cabeza que correspondería a la “frente” tiene el ixcuatechimalli, y sobre el cuerpo, de forma oval, el amaneapanalli. Debido a que el escorpión camina lento, es venenoso y peligroso, se le representó junto con la araña, la serpiente y el ciempiés en el enmarañado cabello de Tlaltecuhtli, deidad de la Tierra.
Tzinacantli, murciélago. Esculpido de forma estilizada, se le representó en vuelo descendente, al igual que la lechuza en el lado opuesto del altar. Su cabeza semeja un cráneo con mandíbulas y afilados dientes. En su nariz está un elemento cuadrado que, al parecer, es una piedra de sacrificios con un cuchillo con dientes que indican que está muy afilado y que corta fácilmente. Este motivo se repite en la parte media del cuerpo del murciélago, en donde se ve claramente un cuchillo-rostro. En cada una de las garras hay un corazón humeante. Las alas onduladas tienen siete “ojos de la noche” o estrellas y en el borde hay otras cinco. Las estrellas enfatizan el carácter nocturno de la criatura. En los bordes superiores de las alas y debajo de la izquierda tiene representaciones de garras de jaguar. El murciélago también está adornado con ixcuatechimalli y amaneapanalli, símbolos de la muerte y el sacrificio.
Daniel Díaz. Arqueólogo por la ENAH. Iconógrafo de esta revista.
Díaz, Daniel, “Altar de los Animales de la Muerte”, Arqueología Mexicana núm. 94, pp. 16-17.
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