Antigüedad de los raspadores prehispánicos

Michael D. Mathiowetz

“Nuestros pequeños raspadores floridos”. Los raspadores musicales dentados y la materialización del sea ánia (mundo flor) yoeme

Los mexicas consideraban que las almas de los guerreros caídos se unían al Sol en el amanecer, como pájaros y mariposas que liban el néctar de las flores; el rostro de Mixcóatl, patrón de los guerreros difuntos y la caza, que vemos en uno de los raspadores, puede referir a este reino del alba. La caza es un rito de la temporada de secas que presagia la agricultura de la temporada de lluvias, pero las cacerías de venado también fueron instrumentos retóricos utilizados en las entidades políticas del Altiplano mexicano como estrategias de legitimización (Pohl, 2001).

En el occidente de México los raspadores de hueso son posteriores a 850/900 d.C., aunque encontramos raspadores de piedra en tumbas de tiro más antiguas. Los raspadores de hueso de la región de Aztatlán podrían estar relacionados con Xochipilli y el mundo florido (Mathiowetz, 2011). Los mamíferos con pezuña hendida representados en los petroglifos de Coamiles (Nayarit) y Mascota (Jalisco), probablemente venados cola blanca (Odocoileus virginianus), sugieren que los ciervos fueron parte de los mundos floridos de esta región.

Se han registrado seis raspadores de hueso humano en Aztatlán: uno en Amapa y otro en Compostela (Nayarit); uno en el Cerro de las Ventanas (Zacatecas); uno en La Contingencia y dos en el montículo funerario de Tizapán el Alto (Jalisco), donde el cráneo de un venado en uno de los entierros indica ritualidad con ciervos. Un raspador de hueso no especificado fue encontrado en La Peña (Jalisco).

Otro raspador de astas de Culiacán (Sinaloa) recuerda testimonios yoemem que indican que los raspadores derivan de las astas de venado. Para los wixárika contemporáneos, los raspadores y la cacería de venado invocan mundos floridos, como la cacería de venado/peyote en Wirikuta.

Imagen: Raspadores de fémur humano de las regiones de Aztatlán y Casas Grandes. a) Cercanías de Amapa, Nayarit (de presunto hueso humano). b) Museo Local de Historia y Arqueología, Compostela, Nayarit. c) Dos fragmentos de raspador, Tizapán el Alto, Jalisco. d) Cerro de las Ventanas, Zacatecas. e) La Contingencia, Jalisco. f) Paquimé, Chihuahua. Los gobernantes de Casas Grandes en Paquimé tal vez atribuyeron al raspador de fémur humano y de otras presas de caza. un papel político religioso en rituales de legitimación, como los de Aztatlán y los de Mesoamérica, vinculados con la trayectoria diaria y anual del Sol, el alba, la caza/guerra, la curación y la producción de lluvia, abundancia agrícola y mundos floridos. Fotos: Anónimo (a), Michael D. Mathiowetz (b), Archivo Clement Meighan De la Ucla (c) INAH (d y f), Jill Rhodes y Joseph Mountjoy (e).

Michael D. Mathiowetz. Doctor en antropología por la Universidad de California, Riverside. Investigador del Getty Research Institute. Es coeditor (con Andrew Turner) de Flower Worlds: Religion, Aesthetics, and Ideology in Mesoamerica and the American Southwest (2021, Universidad de Arizona) y coeditor (con John M. D. Pohl) de “Reassessing the Aztatlán World: Ethnogenesis and Cultural Continuity in Northwest Mesoamerica” (en prensa, Universidad de Utah).

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Mathiowetz, Michael D., “Nuestros pequeños raspadores floridos”. Los raspadores musicales dentados y la materialización del sea ánia (mundo flor) yoeme”, Arqueología Mexicana, núm. 181, pp. 34-42.