Algunas prácticas culturales, además del clima, han imposibilitado que sobrevivan muchas prendas prehispánicas. Para reconstruir la riqueza de esos atuendos, que guardan múltiples claves para comprender las sociedades en que fueron creados, es necesario recurrir a las representaciones en materiales arqueológicos, a los códices y a las propias voces de los herederos de las tradiciones prehispánicas. Los pueblos mesoamericanos imprimieron su sello particular en el inventario básico de prendas de la región; los motivos, los colores, y hasta los mismos materiales con que se fabricaron, reflejan su visión del mundo y su compleja estructura social.
Los atuendos del México Antiguo reflejan la tecnología con que fueron producidos. El ancho de la tela tejida en el remoto, muy difundido y aún existente, telar de cintura, no puede ser mayor que el de los brazos del tejedor. Sin embargo, a pesar de ser relativamente angostos, los textiles de estos telares tienen las cuatro orillas o bordes perfectamente terminados. Sin necesidad de otro proceso, la tela tejida podía usarse, tal cual, como taparrabo o enredo. Las prendas sueltas más anchas se obtenían al unir dos o más lienzos terminados.
En la antigua Mesoamérica, las plantas proveyeron las fibras para la elaboración de todas las telas. La mayor parte de la población vistió prendas hechas con fibras toscas y duras, que a veces eran obtenidas de ortigas, pero casi siempre eran producto de plantas de hojas largas como la yuca, la palma y, sobre todo, el maguey, que provee el ixtle común. Todas estas fibras debían someterse a un complejo procesamiento antes de usarse. El algodón, en cambio, era más fácil de preparar y fue la fibra usada para denotar estatus en Mesoamérica. Se utilizó el algodón blanco (Gossypium hirsutum L.) y el pardo, coyuchi o coyoichcatl (color de coyote, en náhuatl).
Debido a las condiciones climáticas y a las costumbres funerarias de Mesoamérica, casi no se conservan prendas prehispánicas: es por ello que el atuendo prehispánico sólo puede reconstruirse a través de representaciones en murales, escultura, cerámica decorada y figurillas, por medio de los códices pintados tardíamente (durante el Posclásico Tardío: 1250-1521 d.C.), o mediante testimonios directos. La combinación de los datos arqueológicos y etnohistóricos nos permite saber que en Mesoamérica se usaron sólo unas cuantas prendas, de las cuales cada una de las culturas tuvo variantes regionales. En el caso de los dirigentes o de las deidades, la indumentaria básica fue más elaborada.
Este esquema general examina brevemente los atuendos de Mesoamérica a lo largo de tres mil años, así como los utilizados en los altiplanos áridos y las zonas bajas tropicales.
Atuendos masculinos
Máxtlatl
Durante los tres mil años que transcurren entre el periodo Formativo Medio y la llegada de los españoles, el taparrabos o máxtlatl fue la prenda masculina básica, usada por cada una de las sucesivas culturas mesoamericanas, excepto en un solo caso que analizaremos más adelante. El taparrabos era un lienzo de tela que cubría los genitales, pasando entre las piernas y atándose a la cintura. En algunos casos, los extremos de la tela cuelgan al frente o atrás del cuerpo. Hay evidencia de que esta prenda existía en el altiplano, en figurillas de barro del Formativo Medio procedentes de Tlatilco, así como en las culturas del Golfo.
Los gobernantes olmecas son representados, en esculturas, con taparrabos más largos sujetados por un cinturón ancho en la cintura, mientras que los enanos que sostienen los altares usan lienzos cortos, como delantales, atados con cuerdas angostas para cubrir sus genitales.
Gran número de figurillas del periodo Clásico de Teotihuacan, vestidas con sencillez, confirman el uso de los taparrabos masculinos, con pequeños añadidos, parecidos a delantales. Sin embargo, en las representaciones del periodo Clásico maya de las tierras bajas, se muestra a los gobernantes ataviados con taparrabos largos y profusamente adornados, cuyos extremos cuelgan hasta la rodilla, tanto en la parte posterior como delantera del cuerpo.
Después de la caída de Teotihuacan, en el siglo VIII, los toltecas fueron el principal poder del Posclásico Temprano, tanto en Tula como en Chichén Itzá. Es durante este periodo que los taparrabos de los militares maya-toltecas evolucionan, de tal manera que los largos con puntas más adornadas se eliminan y se adopta el estilo anudado, que después fue tan popular entre los aztecas del Posclásico Tardío.
El máxtlatl azteca más común daba vuelta a la cintura, de modo que ambos extremos pasaban entre las piernas, atándose al frente con un gran nudo, cuyas puntas caían hasta las rodillas. Sin embargo, en la misma época los mayas de las tierras bajas aún usaban el taparrabos largo, al estilo antiguo .
Patricia Rieff Anawalt. Doctora en antropología por la UCLA. Directora del Centro de Estudios del Atuendo Regional del Museo Fowler de Historia Cultural, Universidad de California, Los Angeles.
Rieff Anawalt, Patricia, “Atuendos del México Antiguo”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 19, pp. 10-19.