Rebeliones contra Tenochtitlan
Las ciudades-Estado conquistadas eran políticamente astutas y estaban bien informadas; advertían en cualquier flaqueza imperial una oportunidad de rebelión. Esto sucedía durante las sucesiones dinásticas: la incertidumbre vivida tras la muerte de un gobernante imperial y ante la selección de un sucesor fueron ocasión óptima para la rebelión. Tal ocurrió, por ejemplo, apenas ascendido Itzcóatl al gobierno de Tenochtitlan, pues tuvo que enfrentar a tres ciudades-Estado de la región chinampera del sur vecina a Tenochtitlan (Xochimilco, Míxquic y Cuitláhuac), que fueron reconquistadas con premura. Cuando Motecuhzoma Ilhuicamina sucedió a Itzcóatl, Xochimilco, Azcapotzalco, Colhuacan, Coyoacan y Huexotla tuvieron que ser reincorporadas al dominio mexica. De igual manera, al suceder Ahuítzotl a Tízoc, fue necesario reconquistar Xiquipilco, Chiapan y Xilotepec en el confín noroeste del imperio. La transferencia del trono era considerada, pues, una fisura en el poderío imperial.
Otra oportunidad de rebelión surgía cuando el imperio sufría alguna derrota relevante y los súbditos lo consideraban débil y vulnerable. Tras una grave derrota de Motecuhzoma Xocoyotzin ante los huejotzincas, las ciudades-Estado sometidas de Yancuitlan y Çoçolan juzgaron el momento favorable para emprender una rebelión exitosa contra los regidores mexicas. Su apreciación era justa, pero no era menos cierto que los mexicas siempre fueron capaces de sobreponerse a sus derrotas, a pesar de todo, y de lanzar poderosas ofensivas contra tan oportunistas rebeldes.
Las alianzas y la incitación de vecinos no conquistados desempeñaron también un papel importante en las insurrecciones. Antes de que Itzcóatl se movilizara contra la insurrección de Cuitláhuac, por ejemplo, se cercioró de que sus vecinos de Chalco permanecerían neutrales en el conflicto, sin aliarse a Cuitláhuac. En lugares más alejados, las ciudades-Estado más próximas a enemigos imperiales fueron más perceptivas de las incitaciones a la rebelión. Cuetlaxtlan, por poner un caso, fue azuzada por sus vecinos tlaxcaltecas para rebelarse al menos en dos ocasiones, si bien no los apoyaron directamente. Aunque no resulta claro quién inició dichas alianzas, lo cierto es que los tlaxcaltecas querían una salida al mar y que el gobernante de Cuetlaxtlan se hizo de un poderoso y dispuesto aliado para su rebelión, si bien a la larga fue traicionado. Una estrategia local común era el intento de hacerse de aliados poderosos para derrocar a los regidores imperiales; el vecino gobernante de Cempoallan estaba en esas condiciones cuando llegaron los conquistadores españoles.
Imagen: Los mexicas consideraron de singular importancia el castigo riguroso de las ciudades-Estado rebeldes; requirieron de un mensaje rotundo y poderoso dirigido, sobre todo, a los gobernantes locales de las ciudades-Estado rebeldes. En esta escena del Códice Mendoza se ve el destino de uno de los gobernantes que encabezó una rebelión fallida: se le condenó a muerte y su esposa e hijos fueron llevados como esclavos para servir en la corte mexica. Códice Mendocino, f. 66r. Reprografía: Agustín Uzárraga / Raíces.
Frances Berdan. Doctora en antropología por la Universidad de Texas, sede Austin. Profesora emérita de antropología en la Universidad del Estado de California, sede San Bernardino. Se especializa en cultura, economía e historia aztecas.
Berdan, Frances, “Rebeliones contra Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana, núm. 111, pp. 32-36.
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