Algunos de los colmenares del Posclásico presentan altares y nichos para alojar incensarios en los que, además de la connotación ritual implícita, el humo producido por el copal (pom) sería útil para ahuyentar plagas. Otra característica territorial confirma esta función: su cercanía a fuentes permanentes de agua dulce, como cenotes y cuevas inundadas, es un elemento indispensable para la sobrevivencia de las abejas.
La limitada presencia de cerámica asociada con estos rasgos arqueológicos dificulta su fechamiento. Los más tempranos corresponden al Preclásico pero la mayoría de ellos son del Posclásico Tardío. Los reportes de cronistas del siglo XVI como Bernal Díaz del Castillo y Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, sobre la Provincia de Chetumal y la isla de Cozumel, refieren que los ahawo’ob o señores mayas llegaron a tener miles de colmenas en los jobones, lo que indica su importancia económica y ritual.
Estas evidencias, los muros burdos sin aparente relación con otras construcciones y las concentraciones de discos de piedra caliza mencionadas, con escasos materiales arqueológicos, pueden indicar que la extracción y el manejo de la miel se realizó con materiales de origen orgánico, como canastos, jícaras o bateas de madera.
Imagen: Hallazgo en la costa oriental de Quintana Roo. Basamento bajo de piedra caliza, que posiblemente fue utilizado como apiario. Abeja de la Estructura 5. Tipikal, Yucatán. Fotos: Carlos Alvarez.
Carlos Alvarez Asomoza. Arqueólogo, investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, UNAM.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Alvarez Asomoza, Carlos, “ Colmenas y colmenares arqueológicos mayas”, Arqueología Mexicana, núm. 183, pp. 41- 44.