Miguel León-Portilla
En la variada temática que abarcan las crónicas novohispanas, se incluyen referencias y aun descripciones de monumentos y diversos objetos prehispánicos de Mesoamérica. Tales referencias son de muy grande interés ya que pueden iluminar, desde diversas perspectivas, algunos de los hallazgos realizados por los arqueólogos.
Podrán pensar algunos que es ingenuo enfatizar aquí la importancia de las antiguas crónicas, escritas en México por religiosos, conquistadores y otros, sobre todo en el siglo XVI, por la información que algunas aportan sobre el desarrollo y antiguas creaciones culturales de Mesoamérica. En realidad, al tratar en este número de la revista Arqueología Mexicana acerca de dichas crónicas se busca poner de relieve su valor al describir monumentos y diversos objetos que, en tiempos posteriores, han sido redescubiertos o estudiados por los arqueólogos. Acudir hoy a las crónicas del siglo XVI y principios del XVII significa reconocer que arqueología e historia se complementan como fuentes primarias de conocimiento.
Conviene notar qué géneros principales de información son los que pueden encontrarse en las crónicas acerca de los que hoy llamamos precisamente monumentos y objetos arqueológicos de Mesoamérica. Interesa además valorar si algunos de esos testimonios coadyuvan a conocer lo que de tales objetos y monumentos existía cuando los cronistas escribieron sus obras. Si hay tal género de aportaciones, es obvio que ellas podrán ponerse en parangón con los descubrimientos realizados mucho más tarde por los arqueólogos.
Anticipándome a lo que expresan los autores de los cinco trabajos aquí incluidos, daré algunos ejemplos de la importancia de estos testimonios. Comenzaré por decir que en estas crónicas hay noticias, más abundantes de lo que se puede suponer, de interés directo para la arqueología. Incluso cabe afirmar que en algunas hay información que las excavaciones arqueológicas no pueden revelar.
Crónicas sobre el Altiplano Central
Ello es patente en descripciones como las que ofrecen en sus Cartas de Relación Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera…, así como el Conquistador Anónimo, pues sin ellas, por ejemplo, no sabríamos cómo era en su conjunto México-Tenochtitlan.
La arqueología no puede arrojar luz sobre lo que era entonces la gran ciudad por la sencilla razón de que a raíz de la Conquista fue sistemáticamente arrasada. Las exploraciones arqueológicas realizadas en su núcleo urbano permiten atisbar tan sólo algunos restos, como los que hoy podemos contemplar del Templo Mayor y de otros pocos edificios, entre ellos los del templo de Tlatelolco o el de Ehécatl-Quetzalcóatl en la estación Pino Suárez del Metro. Nada, sin embargo, se ha podido descubrir de otras edificaciones mencionadas por Cortés y Bernal Díaz, como “las casas de libros”, el calmécac o escuela sacerdotal, el juego de pelota y la “casa de los animales”.
La mera contemplación del Templo Mayor de Tenochtitlan, cuya excavación se inició en 1978, no permite entender su rica significación. Si no fuera por los testimonios reunidos por fray Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino (apéndice al libro II), no sabríamos que en su recinto había 78 edificios, descritos con sus nombres y funciones. También se debe a Sahagún haber hecho pintar un plano del Templo en el que esquemáticamente se ven algunas de sus edificaciones. El mismo Sahagún refiere que pudo contemplar algo de lo que todavía quedaba a la vista del Templo y que era mucho más bello de lo que aparecía en el plano, tal vez otro que envió a España.
León-Portilla, Miguel, “Del cronista al arqueólogo. Cinco ciudades prehispánicas”, Arqueología Mexicana núm. 99, pp. 24-31.
• Miguel León-Portilla. Doctor en filosofía por la UNAM. Miembro de las academias mexicanas de la Historia y de la Lengua, del Colegio Nacional y de la National Academy of Sciences, E.U.A. Autor de numerosas publicaciones y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
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