A raíz del impacto económico y cultural que la gran urbe de Teotihuacan ejerció en el suroeste de Mesoamérica entre 300 y 500 d.C., se emuló en muchas partes de Oaxaca –simultáneamente a la forma tradicional– la versión característica de representar a la deidad de la lluvia en el Centro de México. La máscara típica de esa novedosa convención se caracterizó por unos anillos circundando los ojos y una placa bucal plana con las comisuras hacia abajo y con varios dientes prominentes. Nunca aparece con una lengua bífida ni acompañada del glifo C. Una vez ocurrido el colapso político de Monte Albán, las representaciones materiales de la deidad de la lluvia cambiaron a otra forma distintiva que fundamentalmente retuvo las convenciones del prestigiado pasado de Teotihuacan. Así, durante la época prehispánica tardía, fue común en muchas regiones de Oaxaca representar la personificación de la deidad con anillos en los ojos, máscara bucal con volutas en las comisuras y con dientes puntiagudos y, en algunos casos, otras volutas que cubren la nariz para connotar la noción de “nubes”.
Imagen: Cambios a lo largo del tiempo en la forma de representar al dios de la lluvia en las vasijas efigie y en los sistemas de escritura de Oaxaca. Miguel Covarrubias propuso que las diversas formas de representar a la deidad de la lluvia en Mesoamérica se originaron a partir del sustrato estilístico olmeca. Fotos y reprografías: Javier Urcid; Marco Antonio Pacheco y Boris de Swan / Raíces. Dibujos: Elbis Domínguez y Miguel Covarrubias, 1946.
Javier Urcid Serrano. Doctor en antropología por la Universidad de Yale. Profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brandeis, Boston, Massachussets.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Urcid, Javier, “Personajes enmascarados. El rayo, el trueno y la lluvia en Oaxaca”, Arqueología Mexicana, núm. 96, pp. 30-34.
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