Para los pueblos mesoamericanos el maíz no sólo constituía el alimento del que dependía la subsistencia del día a día –y por ello era el eje central de su economía–, sino que se había establecido con él un vínculo de tal suerte profundo que en el ciclo vital del grano esos pueblos reconocían el propio. En la cosmovisión mesoamericana, las distintas etapas de desarrollo del grano –de su siembra a su cosecha– se asemejaban, en el discurso mítico, con el transcurrir mismo de la sociedad.
De la dependencia vital de las sociedades prehispánicas del maíz, de su morfología –en gran medida consecuencia de una milenaria y cotidiana acción con el hombre–, de su convicción de que se trataba de un don divino, así como de la conciencia de que la existencia de ambos –el hombre y el maíz– se basaba en la dependencia mutua, derivó (también como producto acumulado de saberes y costumbres obtenidos a lo largo de miles de años) una serie de concepciones y prácticas tan enraizadas que aún perduran entre los grupos indígenas contemporáneos.
Para los pueblos agricultores de Mesoamérica, el maíz no sólo representa el alimento fundamental –base y eje principal de su gastronomía–, sino que además es visto, en el contexto de un complejo mítico de profunda raigambre histórica, como la esencia misma del ser humano.
Imagen: Ofrenda de maíz y papel manchado con hule. Veintena de tepeílhuitl, Códice Borbónico, p. 32. Foto: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial. Editor de la revista Arqueología Mexicana.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique, “Lo divino, lo humano… El maíz en la cosmovisión mesoamericana”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 98, pp. 54-61.