Con la conquista española llegó el dinero español bajo la forma de moneda metálica. La usanza más común de los pueblos indígenas era el tomín o real, que valía la octava parte de un peso. Los tomines fueron adoptados rápidamente por la población para usarse en intercambios, hasta el punto en que este término llegó generalmente a significar entre ellos “efectivo” o “dinero”. En términos de valor relativo, en los registros comerciales de 1545 para Tlaxcala, un tomín español equivalía a 200 granos de cacao enteros o 230 que no lo estuvieran. Los precios fluctuaron a lo largo del periodo colonial, especialmente en cuanto a alimentos básicos: mientras que en 1525 cinco granos de cacao podían comprar apenas 311 gramos de maíz, en 1540 cinco granos de cacao compraban 2.5 kilogramos.
Las formas indígenas de dinero continuaron como medio de intercambio en el periodo colonial español, y según parece el dinero español y las monedas nativas (sobre todo el cacao) funcionaron juntos en un solo sistema monetario integrado. Por ejemplo, algún pueblo nativo en la parte sur de la Nueva España canjeaba pollos, maíz, miel y otras mercancías por cacao; luego, vendían el cacao por tomines/reales españoles, y pagaban su tributo con esas monedas españolas. Las hachas de cobre se usaban todavía como dinero en 1548. Las quachtli, artículos de valor mucho más alto que podían emplearse para adquirir incluso casas y tierra, no duraron más como una forma de dinero y su lugar lo tomó el peso, que era más o menos equivalente.
Tomado de Frances Berdan, “Los medios de intercambio en la época prehispánica y la Colonia”, Arqueología Mexicana núm. 122, pp. 62 - 67.