Esculturas de cerámica de Xochicalco, Morelos

Silvia Garza Tarazona

La creación artística de los xochicalcas no es más que el resultado del bagaje cultural que les heredaron los pueblos mesoamericanos, pero al que ellos le agregaron sus propias interpretaciones. Ejemplo de esto son las esculturas antropomorfas y zoomorfas que a continuación se presentan, que mezclan lo natural con lo divino y poseen un gran contenido simbólico.

 

La ubicación de las esculturas dentro de la ciudad es un enigma, porque –como ya lo hemos expresado en varios artículos– Xochicalco desapareció de manera violenta y los ganadores estaban sumamente enfadados contra todo lo que significara poder religioso y gubernamental, así que todo lo que esto representaba fue destruido y dispersado por toda la ciudad; en muchos casos no quedaron vestigios en el lugar que ocupaban, sin embargo, trataremos de formular alguna hipótesis.

El hallazgo de las esculturas ocurrió en la temporada de 1992, al realizar exploraciones en los edificios que se localizan encima de la Gran Plataforma, donde se encuentra el Observatorio, y donde se localizó una estructura formada por tres cuartos. En el denominado cuarto 3 apareció un altar de adobes escalonados pegado al muro de contención de la Acrópolis. Debido a la evidencia arqueológica, se determinó que los techos de mampostería, como sucede en la parte central de la ciudad, fueron quemados hasta colapsarse. En este cuarto se encontró, desde la parte media y hacia el sur, sobre el techo caído, una gran cantidad de material fragmentado consistente en pedazos de esculturas, huesos humanos y animales, vasijas, figurillas, etc., de lo que hasta la fecha se han registrado 343 piezas. Gracias al excelente trabajo de excavación de la arqueóloga Hortensia de la Vega Nova se pudieron encontrar los fragmentos que conformaron las esculturas motivo de este artículo.

La hipótesis de los arqueólogos es que este material debió estar en el techo de algunos cuartos de la Acrópolis, ya que ésta se encuentra en la terraza inmediatamente superior al lugar del descubrimiento. Nuestra hipótesis se basa en que muchas de las piezas armadas se conformaron con fragmentos encontrados en la plaza y los patios de la Acrópolis. Por otra parte, el estuco con el que fueron cubiertas las esculturas se encuentra intemperizado, debido a su exposición al sol y la lluvia, por lo que llegamos a la conclusión de que se localizaban en el techo de la Acrópolis, salvo los pumas, que no fueron cubiertos de estuco y conservan su policromía.

Este conjunto escultórico debió necesitar de un amplio espacio, ya que constaba de once esculturas antropomorfas, de las cuales sólo se pudo armar una casi completa; cuatro iguanas, de las cuales también se armó sólo una; y tres pumas, de los que sólo se armó uno, que ahora se encuentra en el Museo de Sitio. Por el peso, el volumen y las huellas de estuco halladas en ellas, podemos suponer que estuvieron en el techo. En cuanto a la posición que guardaban entre ellas, las posibilidades son varias: en fila, en semicírculo o en un cuadrado, etc. Por el momento no podemos especular más, pero tal vez aparezca algún hallazgo que nos dé algunas ideas para hacer una interpretación certera.

 

Garza Tarazona, Silvia, “Esculturas de cerámica de Xochicalco, Morelos”, Arqueología Mexicana núm. 103, pp. 18-23.

 

 Silvia Garza Tarazona. Maestra en arqueología por la ENAH. Investigadora del INAH en el Proyecto Xochicalco desde 1984 hasta la fecha.

 

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