Figurillas antropomorfas de Palenque

María de los Ángeles Flores Jiménez

El estudio de más de 2 000 figurillas de barro ha permitido conocer las características, la indumentaria y el aspecto físico de los antiguos habitantes de Palenque, así como las similitudes y diferencias en la manufactura de estas piezas en relación con los patrones mayas del Clásico.

Las figurillas antropomorfas de Palenque están consideradas como una especie de “documentos” artísticos que muestran no sólo el aspecto físico, las costumbres y las tradiciones de sus moradores, sino que también encierran todo un complejo sistema de valores jerárquicos, expresados mediante representaciones, símbolos, actitudes y expresiones corporales, que probablemente pretendían evocar alegorías de linajes distinguidos, herederos de un pasado mítico.

Aunque no existen aún evidencias claras, es muy probable que la manufactura de figurillas se efectuara esporádicamente desde el Clásico Temprano (300-600 d.C.), cuando se establecieron las bases tecnológicas e ideológicas que permitieron su posterior desarrollo en el Clásico Tardío (600-900 d.C.).

La elaboración de estas figurillas requería de cierto grado de especialización artística y técnica; no obstante, aún no contamos con evidencias arqueológicas suficientes que permitan identificar la existencia de áreas o talleres especializados para su producción. Los contextos en que se han encontrado sugieren que estos objetos fueron utilizados y desechados preferentemente dentro de áreas residenciales, por lo que existe la probabilidad de que los artistas realizaran estas pequeñas esculturas como parte de las labores domésticas y de autoconsumo que se efectuaban en los diversos núcleos familiares, en los que se controlaba de manera exclusiva la realización de ciertos tipos de figurillas.

Así, los artistas representaron a diversos personajes en objetos funcionales tales como silbatos y sonajas, y en figurillas individualizadas en que se intentaban destacar aspectos relevantes de las altas jerarquías. Aunque se desconoce su significado real, es probable que hayan sido utilizadas en actividades o festividades colectivas, en ritos, o que se les diera usos específicos destinados al culto a los antepasados, efectuados dentro del núcleo familiar, ya fuera como objetos de prestigio de la élite o con fines de intercambio, el cual posiblemente se efectuaba entre familias, grupos o comunidades que deseaban mantener vínculos estrechos. De igual forma, las figurillas ocasionalmente formaron parte de las ofrendas funerarias de entierros de alto rango, hasta ahora generalmente femeninos, lo cual indica que estos objetos poseían en sí mismos un alto contenido simbólico.

En la fabricación de estas figurillas se utilizaron tres técnicas de manufactura. La más popular fue la de molde, que se usó desde el Clásico Temprano hasta posiblemente la última época de ocupación del sitio. Sin embargo, esta técnica sufrió un importante aunque relativo desplazamiento durante el Clásico Tardío, al aplicarse intensamente la técnica mixta, la cual es una combinación de la de molde y la del modelado. Este desplazamiento probablemente fue resultado de una mayor especialización en el arte de la élite, que favoreció el desarrollo de una mayor estilización, expresión y ornamentación corporal, lo que a su vez derivó en piezas de gran calidad artística. La tercera técnica, la del modelado, fue poco usada en Palenque; su mayor utilización se ajustó a las normas aplicadas en la técnica mixta, en piezas en que probablemente se hacían representaciones especiales.

Imágenes humanizadas

Los artistas palencanos reprodujeron y sintetizaron en las figurillas un sugerente lenguaje de imágenes humanizadas, en las que de manera general y subjetiva se destacaba a los hombres de las altas jerarquías, a través de la calidad y del dinamismo de las representaciones. En contraparte, la mujer está concebida dentro de límites conceptuales más formales, casi sagrados, como madre sustentadora del linaje. En este sentido, las representaciones masculinas sobresalen porque en ellas se encierra una fuerte tendencia a representar de manera realista, generalmente mediante la técnica mixta, una gran gama de los personajes de diferentes rangos que conformaban la sociedad.

Como era costumbre, el aspecto físico del hombre maya se resaltaba al modificar sus rasgos naturales por otros artificiales; entre éstos, se distingue el énfasis en las deformaciones craneales del tipo tabular oblicuo, sublimado con ciertos símbolos que se ponían en la frente. Además, existían otros ornamentos faciales muy sofisticados, como los tabiques nasales, las barras, las escarificaciones junto a la boca o en las mejillas, las barbillas postizas, los yelmos o máscaras movibles, y los tocados y peinados que, muy probablemente, identificaban el rango al que pertenecían los individuos. La expresión corporal, la vestimenta y los ornamentos se escogían en función de las diversas atribuciones distintivas de los sujetos, que probablemente correspondían a momentos y situaciones concretas en los que los personajes eran representados, Los atuendos más comunes eran los faldellines cortos, sencillos o bordados, las faldas largas usadas en actividades de culto, o los simples bragueros usados en la vida cotidiana.

Un importante sector de la sociedad representado en las figurillas estaba constituido por personajes que presentaban deformaciones congénitas y patologías, así como por jugadores de pelota y guerreros. Éstos se percibieron y representaron enmarcados dentro de su más eficaz estrategia militar, donde los individuos se ocultaban bajo un gran traje de apariencia animal, que posiblemente simbolizaba ciertas cualidades o valores específicos, que, a su vez, también pudieron haber servido como emblema del linaje o grupo al que pertenecían.

De este modo, el individuo, mimetizado con los atributos del animal, seguramente causaba una fuerte impresión en el adversario. La indumentaria guerrera palencana constaba de máscaras o yelmos que representaban seres fantásticos o animales –entre los que predominaba el jaguar, el mono, el venado, el puerco espín y la iguana– y en ocasiones el rostro de la muerte, la calavera humana, todo lo cual se complementaba con los más complicados y pesados trajes, así como con armas y grandes escudos rectangulares que servían de protección.

 

María de los Ángeles Flores Jiménez. Arqueóloga por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Colaboradora desde 1996 en el Proyecto Especial Palenque / Centro INAH Chiapas.

Flores Jiménez, María de los Ángeles, “Figurillas antropomorfas de Palenque”, Arqueología Mexicana, núm. 45, pp. 44-49.

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