Historia de los estudios sobre religión mexica

Yolotl González Torres

Los datos con los que se cuenta para reconstruir la religión de una civilización como la mexica, bárbaramente destruida por los españoles, son los relatos de los conquistadores, la recopilación de recuerdos de algunas personas que habían participado o habían sido testigos de los rituales –y que seguramente todavía compartían la antigua cosmovisión–, así como la información contenida en los pocos códices que se conservan y la que aportan los vestigios arqueológicos, que ofrecen cada vez nueva información.

Siglo XVI

Los primeros cronistas, recopiladores y relatores de finales del siglo XVI acerca de la cultura de los mexicas eran en su mayoría frailes, por lo que al mismo tiempo que relataban, exponían sus juicios sobre la religión mexica, la cual creían, en general, inspirada por el demonio. Por ello, su objetivo principal al recoger este material era conocerlo para así poder combatirlo. Motolinía –uno de los primeros 12 franciscanos que, con la idea de evangelizar, llegaron a Nueva España en 1524– fue uno de los primeros que escribió sobre la religión mexica, a la que calificó como obra del demonio. Por su parte, Bartolomé de las Casas, fraile dominico contemporáneo de Motolinía, fue de los pocos que expresó una opinión diferente de la del resto de los religiosos de su época, pues aunque no negaba que los ritos indígenas eran abominables y habían sido inspirados por el demonio, decía que los mexicanos poseían una religiosidad más elevada que la de cualquier otro pueblo.

La magna obra de preservación no sólo de la religión sino de gran parte de la cultura mexica fue la de fray Bernardino de Sahagún, realizada, al igual que la de la mayoría de los cronistas que escribieron en el siglo XVI, con la intención de combatir las costumbres idolátricas e impartir la doctrina de Cristo.

Siglo XVIII

Es hasta este siglo cuando el jesuita Francisco Javier Clavijero publica en Italia, durante su exilio, una historia dedicada exclusivamente a México, en la cual incluye en un capítulo un buen resumen de lo que se había escrito hasta entonces sobre la religión mexica. Aunque prácticamente no emite juicios de valor “cristiano”, éstos aparecen en un pasaje en el que caracteriza a la religión ancestral de los mexicas como un conjunto de prácticas equivocadas, crueles e infantiles. Clavijero compartía la creencia, ampliamente difundida en su tiempo, de que Quetzalcóatl había sido nada menos que Santo Tomás, quien había viajado a América a evangelizar. Desde entonces, la figura de Quetzalcóatl ha llamado mucho la atención y ha sido uno de los personajes-deidades más estudiados. En el mismo siglo, Antonio León y Gama (1735-1802), interesado en rescatar y reivindicar a las antiguas culturas mexicanas, estudió de manera científica, se puede decir, los dos grandes monolitos recién descubiertos en la Plaza Mayor: el conocido como Piedra del Sol y el de la Coatlicue, a la cual interpretó como Teoyaomiqui y que para él era una síntesis de la religión mexica. León y Gama ha sido llamado el primer arqueólogo mexicano. Estos dos grandes monolitos y, posteriormente, el de la Coyolxauhqui y, ahora, el de Tlaltecuhtli han sido estudiados por numerosos investigadores. Así, las publicaciones de Clavijero y León y Gama apoyaron el nacionalismo criollo.

Siglo XIX

Entre 1803-1804, el barón Alexander von Humboldt visitó México y, sorprendido ante los vestigios arqueológicos que tuvo oportunidad de ver, escribió sobre los calendarios, los mitos y los ritos del México prehispánico.

Consumada la Independencia, en 1825, el presidente Guadalupe Victoria fundó el Museo Nacional Mexicano, que en 1865 fue trasladado a la calle de Moneda. Posteriormente a la apertura del museo, en 1877, comenzó la publicación de los Anales del Museo, que contenían estudios sobre el México prehispánico.

También en torno del museo surgieron varios personajes de ideas liberales y positivistas, que ya sin el peso de la Iglesia católica y con una visión científica aportaron importantes trabajos sobre la religión prehispánica –y, además, muchos de ellos hablaban náhuatl–: Manuel Orozco y Berra, Francisco del Paso y Troncoso, Cecilio Robelo y Alfredo Chavero. Este último creía que las ideas religiosas proporcionaban un medio para medir el desarrollo del pueblo mexicano y determinar sus tendencias sociales, y mantenía la tesis de que la antigua religión mexicana era materialista en tanto que no incluía una creencia en un espíritu y en un alma. Más tarde, los estudiosos desecharon las interpretaciones de Chavero como pura fantasía.

Este grupo de personajes mantuvo vínculos con el extranjero y formó redes de comunicación científica, ya que por esa época en Francia, Alemania, Inglaterra y Estados Unidos había grupos de científicos interesados y dedicados a estudiar el México antiguo. Algunos franceses escribieron sobre la religión del Centro de México y, además, en Francia se fundó la Sociedad de Americanistas, la cual comenzó a publicar una revista especializada. En 1875 se llevó a cabo el Primer Congreso de Americanistas, en Nancy, Francia.

 

Yolotl González Torres. Doctora en antropología por la UNAM. Profesora en la FFYL, UNAM, y miembro del SNI. Investigadora en la Dirección de Etnología y Antropología Social, INAH. Especialista en antropología de la religión.

González Torres, Yolotl, “Historia de los estudios sobre religión mexica”, Arqueología Mexicana, núm. 91, pp. 67-61.

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