El tlatoani Itzcóatl tiene un lugar destacado dentro de la historia mexica. En efecto, el cuarto gobernante de Tenochtitlan es conocido por lograr la liberación de su pueblo del dominio tributario de Azcapotzalco, señorío que, para el año de 1428, controlaba un amplio territorio en la Cuenca de México. Itzcóatl encabezó una guerra para derrotar a los tepanecas y, junto con Tetzcoco y Tlacopan, formó una alianza tripartita para establecer un nuevo régimen. Una vez garantizada la estabilidad de la Cuenca de México, el soberano mexica comenzó un amplio despliegue militar, conquistando lugares muy alejados de la cuenca, como los son algunos pueblos situados al norte del actual estado de Guerrero.
Desde luego, la trascendencia de este personaje en la historia política del Estado mexica, ha dado pie a diversos estudios para desentrañar los orígenes del gran imperio que se consolidaría bajo el mando de dignatarios posteriores. No obstante, no se ha prestado mucha atención al análisis del nombre mismo de Itzcóatl, pues su glifo antroponímico parece encerrar algunas claves para entender mejor el papel y la coyuntura del tlatoani en la historia temprana de este pueblo nahua.
El nombre Itzcóatl parece fácil de interpretarse. Se compone de los elementos itztli, “obsidiana”, y cóatl, “serpiente”, de ahí el apelativo “serpiente de obsidiana”. No obstante, Siméon y Karttunen precisan que el término itztli refiere también a los fragmentos de obsidiana utilizados como cuchillos, navajas, lancetas, flechas, espejos, etc. De ahí, entonces, vemos que el glifo del nombre personal del tlatoani se representa por medio de una serpiente pintada en rojo y amarillo con una serie de puntas o triángulos negros en el dorso y en el hocico. Los picos negros parecen remitir, visualmente, a las puntas de flecha fabricadas de obsidiana, aunque las hojas o navajas de este material también suelen dibujarse como delgados ganchos con una ligera curvatura en la parte superior.
En lo que se refiere a la serpiente, coincido con la atinada observación de Xavier Noguez sobre el extraordinario añadido que los pintores del Códice Mendoza y del Códice Azcatitlan pusieron sobre la nariz y boca de las serpientes de obsidiana del nombre personal de Itzcóatl.
Tomado de Manuel A. Hermann Lejarazu, "Itzcóatl, un dios columna entre los mexicas", Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 121, pp. 66-69.