La anciana del Templo Mayor de Tenochtitlan

Perla del Carmen Ruíz Albarrán et al.

La mujer anciana del Templo Mayor de Tenochtitlan era de estatura baja, de apenas 1.45 m de talla, y evidenciaba fuertes marcas de trabajo en todo su cuerpo. Parece haber realizado caminatas de largas distancias, así como labores que demandaban cargar grandes pesos, y tenía alguna ocupación que le requería estar en pose de cuclillas, como la de molienda de granos en metates, actividad frecuentemente reportada en Mesoamérica. Su longevidad es acorde con los procesos degenerativos en grados severos manifestados en la articulación

de su mandíbula, hombros, codos, manos, columna vertebral, costillas, rodilla y tobillo. Encontramos indicios de que la mujer sobrellevó eventos anémicos o infecciosos prolongados a lo largo de su vida. Al respecto de su salud bucal, sufrió de pérdida dental antemortem (era una mujer desdentada), caries, abscesos, periodontitis y cálculo (sarro) abundante.

Encontramos procesos infecciosos que comúnmente se reportan para poblaciones prehispánicas, es decir, periostitis, de los cuales es casi imposible identificar qué agente externo provocó la inflamación del periostio. No obstante, también descubrimos que tenía tibias “en forma de sable”, un padecimiento que morfoscópicamente se manifiesta por alterar la anatomía normal de la diáfisis a modo de “curvear” el elemento óseo. Generalmente esta anomalía se asocia a infecciones bacterianas, como la tuberculosis, que además se caracteriza por daños en las vértebras, afecciones que igualmente se observaron en la anciana, específicamente reacciones inflamatorias moderadas en los cuerpos vertebrales de la sección dorsal y lumbar. Adicional a todo lo mencionado, la anciana de la Ofrenda 153 sufrió una fractura de cadera y se encontraba en claro proceso de sanación, es decir, la fractura que quizá se originó por una caída fue atendida y requirió la inmovilidad de la extremidad inferior izquierda.

Es importante vislumbrar el papel de esta mujer, ya que más allá de exaltar la cuantiosidad de males ocurridos, hay que reconocer la función de los miembros cercanos a ella, quienes resguardaron o auxiliaron en la recuperación y la cotidianidad de una anciana de la comunidad. Es decir, era una vieja con condiciones biológicas deplorables y, sin embargo, la presencia de estos rasgos permite inferir que tuvo que ser atendida y protegida. Entonces, ¿era miembro importante de esta comunidad mexica?, ¿de dónde provenía la anciana? Estudios de isótopos de oxígeno en el navicular y en el esmalte de un premolar de la mujer –llevados a cabo por Moreiras Reynaga y Longstaffe (2018), en el laboratorio científico de isótopos estables, LSIS por sus siglas en inglés– indican que la anciana no era originaria de la Cuenca de México, aunque los valores en hueso encajan dentro del rango local, lo que significa que fue residente de Tenochtitlan durante al menos 10 años. Es decir, se trata de una extranjera que vivió mucho tiempo en territorio mexica, hecho que explica claramente la intención de cuidar y procurar a un miembro de la comunidad.

Imagen: Una anciana toma pulque mientras sus familiares la cuidan. Códice Mendoza, f. 71r. Condiciones de vida y salud de la anciana. a) Fuerte proceso degenerativo en la región temporo- mandibular caracterizado por eburnación. b) Ausencia de órganos dentales antemortem, cálculo dental y periodontitis. c) Húmero en sus posiciones proximal y distal, en ambas se observan rebordes y osteofitos. d) 1. Proceso degenerativo en el cuerpo vertebral de una cervical. 2. Reacción esclerótica en el cuerpo vertebral, provocada por agentes infecciosos. 3. Colapso de la quinta y sexta cervicales; también se aprecian rebordes y osteofitos. e) Rebordes y osteofitos en una vértebra y en la articulación vertebral de las costillas. f) Fractura antemortem con proceso de sanación en la pelvis.

 

Perla del Carmen Ruíz Albarrán. Antropóloga física por la ENAH y maestra en estudios mesoamericanos por la UNAM. Encargada del Laboratorio de Bioarqueología de la ENAH.

Raúl Barrera Rodríguez. Arqueólogo por la ENAH, investigador de la Dirección de Salvamento Arqueológico. Responsable del Programa de Arqueología Urbana.

Agustín Ortiz Butrón. Doctor en antropología y miembro del Laboratorio de Prospección Arqueológica del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Pertenece al SNI nivel 1.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Ruíz Albarrán, Perla del Carmen et al., “La anciana del Templo Mayor. Un depósito ritual de vida y muerte en Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana, núm. 172, pp. 12-17.