La Batalla de Otumba

Patricia Ledesma Bouchan y Carlos Javier González González

De Tlacopan a Otumba. La retirada de Cortés y sus aliados indígenas

El viernes 6 de julio, de acuerdo con Cortés, los españoles y aliados llegaron en la región de Otumba a un “pueblo grande”, muy próximo a un cerro pequeño en cuya cima se encontraban algunos indígenas. La mayoría de las fuentes identifican dicho pueblo como Zacamulco o Zacamolco, el cual –según Torquemada– se hallaba en las faldas de un monte llamado Aztaquemecan. Por su parte, los informantes de Sahagún hablan de Aztaquemecan como un cerro alto y poblado, y refieren que los europeos se aposentaron en las faldas del cerro, precisamente en Zacamulco y en un templo otomí. Hoy día, lo único posible de identificar en esta región es el pueblo de Santo Domingo Aztacameca.

Tras su llegada, Cortés rodeó el cerro con cinco jinetes y una docena de peones, y encontraron al otro lado “una gran ciudad de mucha gente”. Se trabó combate con los numerosos indígenas, resultando el propio Cortés herido en la cabeza por dos pedradas y viéndose forzado a volver grupas hacia Zacamolco, donde se encontraban sus compañeros. Finalmente, los españoles salieron de ahí porque no era un lugar seguro y siguieron huyendo y sufriendo el acoso de sus enemigos, quienes lograron herir a cuatro o cinco europeos y otros tantos caballos. Uno de los equinos, propiedad de Martín de Gamboa, fue muerto por Zinacatzin, un destacado guerrero de la región teotihuacana.

Esa noche, ya resguardados en el lugar donde pasaron la noche, comieron dicho caballo con una voracidad tan rabiosa que sería recordada por varios de ellos años después, al grado de aparecer gráficamente en el Lienzo de Tlaxcala y ser uno de los contados sucesos mencionados por Bernal Díaz en ese trayecto. Según el dicho de Cortés, desde que habían salido de Tenochtitlan hasta ese día no habían comido más que maíz tostado y cocido, o hierbas que recogían en el campo.

Al día siguiente, sábado 7 de julio, a legua y media de haber abandonado su resguardo, tendría lugar la famosa batalla de Otumba, en la cual Cortés y sus huestes consiguieron una victoria sorpresiva frente al ejército mexica. Esto les facilitó el camino hacia Tlaxcala y a la preparación de la contraofensiva que extinguiría, 13 meses después, el señorío mexica y la belleza de sus ciudades. Tras la batalla, pararon en un llano desde el cual ya se dejaba ver la orografía de Tlaxcala, ante lo cual el conquistador expresó que sintieron una gran alegría “porque ya conocíamos la tierra y sabíamos por dónde habíamos de ir”, confirmando así que desde su salida de Tenochtitlan, hasta ese momento habían deambulado por tierras desconocidas y accidentadas. De esta manera, y como lo señalamos antes, para la supervivencia de los españoles en este trance resultó fundamental la guía de sus aliados tlaxcaltecas, así como el apoyo de los otomíes de la región.

 

Patricia Ledesma Bouchan. Maestra en arqueología por la ENAH. Directora del Museo del Templo Mayor del INAH.

Carlos Javier González González. Licenciado en arqueología por la ENAH y doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Profesor investigador del Museo del Templo Mayor.

Ledesma Bouchan, Patricia y Carlos Javier González González, “De Tlacopan a Otumba. La retirada de Cortés y sus aliados indígenas”, Arqueología Mexicana, núm. 163, pp. 56-61.