La casa

Enrique Vela

Tipos de casas

En Tenochtitlan había casas de diferente arquitectura, material, tamaño, forma y disposición en el contexto urbano. Esa variedad estaba fundamentalmente determinada por la posición social de los grupos familiares que las habitaban. En el islote de México se ubicaban lo mismo las sencillas casas de los campesinos que los suntuosos palacios de los gobernantes. Si hubiera que describir un modelo para las casas de los mexicas, éste sería el formado por varias habitaciones alrededor de un patio. En este sentido las casas de Tenochtitlan no eran muy distintas en su concepción y en las funciones que cumplían que las de sus contemporáneos y antecesores en el Centro de México.

La arquitectura

Se utilizaban distintos materiales para la construcción de casas. Las más sencillas eran de una planta, a veces de uno o dos cuartos, con piso de tierra, paredes de adobe, postes y vigas de madera, y techos de bajareque. Las había también con paredes de madera. En la construcción de las casas más elaboradas se utilizaba además piedra; los pisos y los muros eran recubiertos con estuco; asimismo, podían ser de dos plantas y contaban con azotea. Cabe señalar que entre uno y otro extremo parece haber existido una amplia variedad en cuanto a materiales y acabados.

Simbolismo

La disposición de los espacios de una casa no era gratuita, pues en la medida que se trataba de un producto cultural reflejaba la manera en que el grupo concebía el mundo. Según Alfredo López Austin, la casa representaba el mundo y cada elemento tenía un significado preciso. El hogar al centro era una proyección del axis mundi y simbolizaba el corazón de la familia, el techo sostenido por cuatro postes era el cielo. Afuera de la casa se encontraban las trojes para almacenar maíz –convertidas ritualmente en repositorios sagrados–, las milpas –con sus cuatro esquinas que representaban la proyección del mundo– y el temazcal, espacio de purificación bajo la protección la madre de la Tierra (López Austin, 2016c, p. 61).

El mobiliario

Las casas de Tenochtitlan, como las de otras regiones mesoamericanas, contaban con un mobiliario muy básico, el necesario para descansar, pasar la noche, preparar y consumir alimentos y guardar las pertenencias personales. Parte importante era el hogar, que a la vez que servía para funciones utilitarias se utilizaba en simples ritos cotidianos, misma función que cumplía el altar doméstico. El fogón mismo y las teas servían para iluminar las habitaciones por la noche; de día bastaba con el sol que entrara por la puerta pues las casas carecían de ventanas. No se utilizaban puertas de madera para cerrar las habitaciones, se ocupaban para ello cortinas de tela o palma. El petate, que era el mueble principal, podía fabricarse con el tule que abundaba en el lago, aunque al parecer se utilizaban también cuerdas y palma. El petate hacía las veces de tapete, asiento y lecho. Mientras que la gente común solía acostarse en un solo petate y cubrirse con una manta, entre la nobleza se procuraba un mejor confort. En sus habitaciones se construían banquetas que les servían de lecho. Éste solía prepararse colocando, sobre un petate, plumas y sobre éstas pieles. Además se usaban sábanas de algodón y almohadas.

Sentarse en un petate era también una práctica común, aunque se sabe que existía una especie de silla que parece haber estado reservada para los nobles; de hecho era un elemento usado para indicar que alguien tenía poder. Este asiento era conocido como icpalli, y estaba hecho con varas; a veces contaba con respaldo y se le forraba con piel. Al parecer también se utilizaba un pequeño banco con cuatro patas, el cuauhitzcuintli, “perro de madera”. Cuando la ocasión lo ameritaba, entre los muebles se encontraban las cunas, muy probablemente hechas de madera.

Además de los objetos de cerámica necesarios para guisar, comer y para los rituales –como figurillas y braseros–, se utilizaban otros de palma. Entre ellos estaba el petlacalli, una caja hecha de palma que se usaba para guardar diversos objetos, como mantas, joyas y objetos para el culto. Otro recipiente común, también de palma, era el chiquíhuitl, el conocido chiquihuite, un canasto usado entre otras cosas para guardar las tortillas. Las vigas que sostenían el techo de las casas se utilizaban para colgar canastos y otros objetos (basado en Escalante, 2004b, pp. 232-234, y Matos 2006, p. 110).

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

 

Vela, Enrique, “La casa”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 75, pp. 70-73.