En uno de los diálogos que se conservan de la primera entrevista entre Motecuhzoma Xocoyotzin y Hernán Cortés sostenida en el lejano mes de noviembre de 1519, se apunta que el tlatoani mexica le habría aclarado al recién llegado: “bien sé que te han dicho esos de Tlascala, con quien tanta amistad habéis tomado, que yo soy dios o teule, que cuanto hay en mis casas es todo oro y plata y piedras ricas. Bien tengo conocido que como sois entendidos, que no lo creíais y lo teníais por burla, lo que ahora, señor Malinche, veis: mi cuerpo de hueso y de carne como los vuestros, mis casas y palacios de piedra y madera y cal, de ser yo gran rey, sí soy, y tener riquezas de mis antecesores, sí tengo…”
Motecuhzoma II (1502-1520 d.C.) respondía así a la acusación proferida por sus vecinos, en la que se le tachaba de comportarse orgullosamente ante los dioses, una transgresión que sin duda le hubiera costado la caída de su imperio. Le enfatizaba asimismo a Cortés que, por más grande que fueran su poder y su fortuna, su condición era la de un humano… Este pasaje, como muchos otros, nos ayuda a comprender el carácter de la realeza mexica. A diferencia de sociedades como la inca o la egipcia en las que había una realeza divinizada, los habitantes de Tenochtitlan nunca dedicaron un culto específico a sus tlatoque, ni en vida ni después de su muerte. En la isla existía, en cambio, lo que Michel Graulich ha definido como una “realeza sagrada”, es decir, un sistema político en el que el supremo gobernante aparecía en diversas circunstancias como representante o imagen (ixiptla) de los dioses. Por ello, las ceremonias de entronización tenían la finalidad de transformar la naturaleza del tlatoani electo, vinculándolo en forma privilegiada con las divinidades, y dotándolo de las insignias y los atavíos necesarios para desempeñar sus actividades religiosas, políticas y guerreras.
Sangre y copal
Entre todos los deberes religiosos del tlatoani sobresalía el garantizar la adoración que él y sus súbditos debían a las divinidades, tanto por haberlos engendrado como por otorgarles cotidianamente los frutos surgidos de la Madre Tierra y madurados por el Sol. Desde el momento mismo de su elección, el futuro soberano era conminado a ello: “Y esto es lo que tengo que te encomendar y muy más en particular, las cosas del culto divino y reverencia de los dioses y honra de los sacerdotes y que su penitencia vaya muy adelante, a la cual los debes animar y dar el favor necesario”. Ya en la ceremonia previa a la entronización, el tlatoani era el primero en dar el ejemplo, ofreciendo su propia sangre y el aromático humo del copal para pagar su deuda eterna. Entonces, vestido tan sólo con un braguero (máxtlatl), se presentaba frente a la capilla del dios patrono Huitzilopochtli, donde el sacerdote supremo teñía su cuerpo de negro para manifestar su situación temporal de penitente y lo cubría con una manta pintada con cráneos y huesos cruzados; simbolizaba así su muerte ritual que daría pie a su renacimiento con un nuevo estatus. También le eran entregados al tlatoani los instrumentos y las insignias para la penitencia: el xicolli (chaleco ceremonial sin mangas que se amarraba al frente), el yeitecómatl (recipiente de calabaza que se suspendía de la espalda con unas tiras rojas y que contenía tabaco en polvo, el cual era mascado por sus cualidades energizantes y estupefacientes), el copalxiquipilli (bolsa que contenía copal), el tlémaitl (sahumador de cerámica en forma de cazoleta y dotado de un mango que figuraba una serpiente de fuego) y un par de agudos punzones autosacrificiales que solían ser elaborados con huesos de águila y jaguar.
López Luján, Leonardo, y Guilhem Olivier, “La estera y el trono. Los símbolos de poder de Motecuhzoma II”, Arqueología Mexicana, Núm. 98, pp. 40-46.
• Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París X-Nanterre. Director del Proyecto Templo Mayor, INAH. Junto con Guilhem Olivier es autor de “Images of Moctezuma and His Symbols of Power”, que será publicado por The British Museum Press en el libro Moctezuma: Aztec Ruler.
• Guilhem Olivier. Doctor en historia por la Universidad de Toulouse. Investigador del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM. Junto con Leonardo López Luján es coordinador del libro El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana, el cual será coeditado por la UNAM y el INAH.
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