Los orígenes de la música en Mesoamérica se pierden en la oscuridad de la historia. Sin embargo, es probable que con los primeros pobladores del continente llegaran las flautas de hueso que en el Viejo Mundo ya eran conocidas durante el Paleolítico Superior (40000-10000 a.C.). En el grupo de instrumentos musicales prehistóricos manufacturados por los cazadores-recolectores alrededor de 10000 a.C. se encuentran los silbatos de hueso con una perforación, que producen sonidos de animales. La imitación de sonidos naturales constituía un remedio eficaz y era un medio mágico de comunicación. La imitación de sonidos de animales para la cacería mostró que se podía influir en el ambiente natural por medio del sonido. Probablemente, la evocación ritual de la lluvia por medio de sonajas se originó sobre la base de esta observación.
Con la fabricación de instrumentos que producían sonidos no existentes en la naturaleza, se fortaleció la idea de que los sonidos artificiales estaban asociados a ideas religiosas. Entre los primeros instrumentos de Mesoamérica a los que se daba este uso se encuentran los raspadores de hueso, los caparazones de tortuga y los sartales de concha. Es probable que estos instrumentos se utilizaran en actividades rituales, en las cuales los sonidos, el ritmo y el movimiento desempeñaban un papel importante para entrar en contacto con el mundo espiritual.
Tomado de Arnd Adje Both, “La música prehispánica. Sonidos rituales a lo largo de la historia”, Arqueología Mexicana núm. 94, pp. 28 - 37.
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