La serpiente de fuego, xiuhcóatl o yahui, es un complejo iconográfico que aparece bien documentado en el Posclásico mesoamericano. Existen numerosas representaciones de este animal tanto en escultura monumental como en fuentes históricas y códices, lo que nos permite establecer una mayor presencia dentro de la imaginería de los grupos nahuas del Centro de México y en los mixtecos de la zona oaxaqueña.
En los códices mixtecos se le representa como un animal fantástico dotado de diversos elementos que caracterizan a otros seres de la naturaleza. En primer lugar, tiene una gran cabeza de serpiente o lagarto con las fauces abiertas, de modo similar al icono conocido en la literatura mesoamericana como “el monstruo de la tierra”. De sus fauces surgen grandes dientes y colmillos que se prolongan en forma curva. La parte superior del hocico se alarga en forma de trompa, tomando un diseño cuadrangular que culmina en la parte posterior de la nariz. En otras representaciones se le dibuja más bien con una nariz oblonga o redondeada con una hoja de cuchillo de pedernal en la punta. El cuerpo de este animal fantástico es extenso, pues se compone de una cadena de rectángulos colocados en forma sucesiva. Por último, la cola viene rematada con un largo cuchillo de pedernal flanqueado por dos volutas y dos vírgulas enroscadas que a veces tienen forma circular.
Según las imágenes que vemos en los códices mixtecos el animal es un cuadrúpedo, pero, debido a las convenciones pictóricas que dan preferencia a las figuras dibujadas en perfil, la serpiente de fuego aparece regularmente con dos patas alargadas o tres, provistas de enormes garras semejantes a las de un águila o cocodrilo. Como podemos observar, no se trata en definitiva de un ser que exista en la naturaleza sino de un animal fantástico que toma elementos de otros conformando uno diferente.
Mercedes de la Garza, quien ha estudiado con mayor detenimiento a estos animales sobrenaturales, los ha denominado “dragones”, debido a que precisamente combinan rasgos de diversos animales predominando el carácter serpentino de los mismos, de modo semejante a los dragones europeos y asiáticos. El término proviene del sustantivo latino dracon, “serpiente”, que deriva a su vez del verbo dercomai, el cual define la intensidad de la mirada, fija y paralizante, de la serpiente (Garza, 1999, p. 180).
En este sentido, la serpiente de fuego presenta una iconografía que combina elementos de diferentes animales: cabeza y cuerpo de serpiente, fauces del monstruo de la tierra o de un gran lagarto y extremidades o patas con garras de águila o cocodrilo. Por lo tanto, a este ser también lo identificamos como un dragón en el que predominan rasgos serpentinos y al que se le añaden elementos de otros animales, como después veremos.
Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Hermann Lejarazu, Manuel A., “La serpiente de fuego en la iconografía mesoamericana”, Arqueología Mexicana, núm. 109, pp. 67-70.
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