Eduard Seler ([1909] 2004, p. 241) había identificado a la serpiente de fuego en los códices nahuas y mixtecos con el nombre de xiuhcóatl, “serpiente de turquesa”, a la que consideró una imagen del dios del fuego, Xiuhtecuhtli. No obstante, ya desde los textos de fray Bernardino de Sahagún hay referencias a la xiuhcóatl bajo otras características. En efecto, bien conocido es el pasaje del mito mexica en que su deidad tutelar, Huitzilopochtli, mata a su hermana Coyolxauhqui y a los centzonhuitznahuah con un arma descrita por Sahagún como: “una culebra hecha de teas que se llamaba xiuhcóatl” (Sahagún, 2002, lib. III, p. 302).
Sin embargo, la descripción más elocuente sobre el poder y fuerza de la serpiente de fuego se encuentra narrada en los textos indígenas del Códice Florentino, justamente en los momentos finales del sitio impuesto por los españoles a los mexicas. De acuerdo con el relato, Cuauhtémoc designó a un gran capitán mexica llamado Opochtzin para que vistiera los ropajes del “tecolote de quetzal” que habían pertenecido al tlahtoani Ahuítzotl. Lo singular de este traje era una insignia en la que estaba colocada la voluntad de Huitzilopochtli que era, nada menos, la serpiente de fuego con la que pretendían detener a los conquistadores (Visión de los vencidos, 1984, pp. 123-124).
La idea de la serpiente de fuego como un arma mortífera se encuentra también en el Códice Azcatitlan, pues durante la peregrinación, los mexicas sostuvieron una gran batalla contra los del pueblo de Tzompanco, de la cual salieron victoriosos gracias a la intervención directa de Huitzilopochtli, quien aparece empuñando su serpiente de fuego. Por lo tanto, para los mexicas la xiuhcóatl era el arma letal de Huitzilopochtli, pero también suele aparecer bajo otras características y significados en códices y en escultura monumental.
Efectivamente, la serpiente de fuego aparece en los códices Borbónico, Vaticano A-Ríos y Telleriano-Remensis o en monolitos como la Piedra del Sol o el altorrelieve del Museo Británico. En la página 20 del Códice Borbónico se observa la cabeza de serpiente con la mandíbula superior alargada en forma semirredondeada y con un grupo de ojos estelares sobre la encía del animal. Además, el cuerpo de la xiuhcóatl está compuesto de tres diseños rectangulares o trapezoidales que terminan con la punta en forma de rayo o trapecio. Esta serpiente de fuego está colocada en la nuca y espalda del dios Xiuhtecuhtli, como parte de su vestimenta o de los atavíos que lo identifican.
En la Piedra del Sol se hallan en bajorrelieve dos gigantescas serpientes de fuego que enmarcan el perímetro de la piedra circular. Ambos cuerpos de la serpiente rodean al gran disco solar, cuyas cabezas se colocan una frente a la otra en la parte inferior de la piedra. Las dos enormes fauces de las serpientes de fuego muestran su mandíbula superior alargada y redondeada en forma de rosca, tienen grandes dientes e incorporan, además, un colmillo curvo en la comisura de la boca. El cuerpo de las serpientes está conformado por 11 diseños rectangulares colocados a modo de cadena en cuyos interiores se aprecian elementos flamígeros. Las colas de ambas serpientes terminan en forma de rayo y se encuentran rematadas con adornos plegados de papel (Matos y Solís, 2004).
Es muy probable que en este contexto las serpientes estén estrechamente relacionadas con el Sol y podrían simbolizar los rayos o el fuego del Sol. Aunque, por otro lado, Graulich (1997, p. 172) enfatiza el aspecto nocturno de las serpientes de fuego al resaltar los ojos estelares que aparecen en el borde del hocico y refiere, de acuerdo con algunas fuentes, que las serpientes de fuego habitaban en el quinto cielo, donde se producían los cometas y otros fenómenos celestes.
Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Tomado de Manuel A. Hermann Lejarazu, “La serpiente de fuego en la iconografía mesoamericana”, Arqueología Mexicana, núm. 109, pp. 67-70.
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