La turquesa en la Tumba 7 de Monte Albán, Oaxaca

 Nelly M. Robles García, Maarten Jansen, Ángel Iván Rivera Guzmán

Las turquesas encontradas en la Tumba 7 de Monte Albán son parte de un tesoro que fue ofrendado a los ancestros en el contexto de un ritual histórico, probablemente como agradecimiento por un oráculo y para solicitar la bendición y protección de una importante alianza matrimonial entre la familia gobernante de Zaachila y la principal dinastía mixteca, la de Tilantongo.

 

Una de las fechas más recordadas por los arqueólogos que trabajamos en el estado de Oaxaca es el día 6 de enero. Ese día, pero del año 1932, el equipo de exploración arqueológica encabezado por el doctor Alfonso Caso descubrió en Monte Albán una de las tumbas prehispánicas más famosas: la Tumba 7. El hallazgo de Caso y su equipo es un referente obligado para todo aquel que quiera conocer una parte fundamental de la arqueología prehispánica de Oaxaca y de la historia de la arqueología en México. El estudio completo de la tumba y de los materiales fueron publicados años más tarde por Alfonso Caso en una obra monográfica considerada un clásico en la literatura arqueológica de Mesoamérica: El tesoro de Monte Albán (1969). La tumba en sí misma es una construcción hecha en tiempos del florecimiento de Monte Albán, cuando ésta era la capital de la cultura zapoteca en la región de los Valles Centrales, en el Clásico. Siglos después de su construcción y luego del abandono de la ciudad, en el Posclásico, la tumba fue abierta y, según nuestros estudios recientes, reutilizada para realizar rituales ante un conjunto de envoltorios sagrados que representaban a los ancestros. Una persona clave en la constitución de este santuario parece haber sido la señora4 Conejo “Quetzal”, princesa del señorío mixteco de Teozacualco, que se casó con el señor 5 Flor, príncipe del reino zapoteco de Zaachila (en el valle de Oaxaca), alrededor de 1280 d.C. En el interior de la tumba se colocó una fastuosa ofrenda para celebrar la alianza matrimonial entre la nieta de esta pareja (la señora 6 Agua) y un príncipe de la dinastía de Tilantongo (en la Mixteca Alta) alrededor de 1330 d.C.

Entre los cientos de objetos que formaban parte de la ofrenda destaca la presencia de pequeñas cuentas y placas de turquesa. Debido a su color y textura, esta piedra fue considerada como una materia prima de gran valor, estimada por los antiguos artesanos de Oaxaca. Hasta ahora no conocemos de la existencia de yacimientos de turquesa en la región, así que debió de ser exportada desde las lejanas llanuras del norte de México, a través de las redes de intercambio y comercio que existían en el Posclásico. Es probable que la turquesa haya sido trabajada en talleres de artesanos especializados en Oaxaca misma; la evidencia arqueológica y algunas fuentes documentales lo refieren así. En varias regiones y sitios de Oaxaca se han encontrado máscaras y artefactos de madera decorados con incrustaciones de turquesa, por ejemplo, en cuevas de la región de la Cañada, de la Sierra Mazateca, o en las tumbas de Zaachila. Además, en el Códice Mendocino  (f. 40) y en la Matrícula de Tributos  (lám. 20) se menciona que los pueblos de Yohualtepec, Ehuacalco, Tzilacaapan, Patlanallan, Ixicayan e Ichcaatóyac, todos ellos en la región de la Mixteca Baja, debían de dar a la Triple Alianza como tributo: “diez rostros de piedras ricas de azul turquesa”, además de “un emboltorio grande de las dichas piedras de azul”. La maestría y habilidad de los artesanos mixtecos en la manufactura de máscaras y otros objetos debió ser apreciada entre la nobleza mexica de Tenochtitlan.

 

Joyas y códices

 Aquí cabe recordar que la turquesa era considerada como un objeto precioso y de gran valor. El concepto de joya es conocido en la iconografía mixteca del Posclásico y suele usarse como nombre de personajes femeninos. La mencionada señora 6 Agua, por ejemplo, tuvo el nombre de “Joya de la Guerra Florida”. Encontramos también nombres como “Joya Quetzal”, “Joya Flor”, “Joya Telaraña”, “Joya Abanico” y hasta “Joya de Tollan”. La joya aparece a la vez como un símbolo de la fortuna de tener hijos.

Por otro lado podemos ver que las ofrendas de la tumba 7 tienen un paralelo con la presentación de joyas como ofrendas a deidades en los códices mixtecos. Un ejemplo ilustrativo es la escena en que la señora 6 Mono “Virtud de la Serpiente Emplumada”, princesa de Jaltepec (Mixteca Alta), visita a la diosa 9 Hierba en 1083 d.C. (Códice Añute o Códice Selden , p. 6 renglón IV). El lugar es el Templo de los Ancestros (Vehe Kihin): la cueva donde estaba el “panteón de los reyes mixtecos”  en el antiguo reinado de Ñuu Ndaya (el área de Chalcatongo-Itundujia). La diosa aconseja e instruye a la princesa para contraer matrimonio. Enagradecimiento –y probablemente también para pedirle su bendición– la princesa 6 Mono deposita ante ella un conjunto de diferentes joyas y otros regalos preciosos.

 

Los objetos de turquesa de la Tumba 7

 Alfonso Caso menciona que la turquesa se usó para tres clases de objetos: a) mosaicos, hechos con plaquitas de diferentes formas y dimensiones sobre objetos de madera, concha y hueso; b) incrustaciones adheridas a los huesos grabados y c) cuentas esféricas, cilíndricas y en forma de canutillo que formaban collares. Todos estos materiales pesan 1 131 gramos, es decir que la Tumba 7 de Monte Albán cuenta con uno de los mayores acervos de turquesas reportados a la fecha en la arqueología del sureste de Mesoamérica.

Las placas formaban parte de la decoración de objetos perecederos, hechos de madera o cuero, que no sobrevivieron al paso de los siglos; es probable que algunos de ellos fueran máscaras. También aparecen como incrustaciones en los huesos grabados números 200 y 318, a manera de ojos que se pegaron en las pequeñas oquedades del hueso; el tamaño de éstas es asombrosamente diminuto y es un ejemplo del arte mixteco en miniatura. Por otro lado, varias de las cuentas fueron encontradas en asociación con los huesos que deben haber formado parte del contenido de los envoltorios sagrados distribuidos en la cámara central de la tumba, seguramente formando petos y collares intercalados con otras piezas de oro y jade.

 

Nelly M. Robles García. Arqueóloga por la ENAH, maestra en conservación de arquitectura prehispánica por la ENCRYM-INAH y doctora por la Universidad de Georgia, Estados Unidos. Miembro del Comité Científico-Editorial de Arqueología Mexicana.

Maarten Jansen. Doctor en letras. Especialista en iconografía, historia y etnoarqueología de Mesoamérica. Docente y coordinador de los programas internacionales de maestría y doctorado en Estudios de América Indígena de la Universidad de Leiden, Holanda.

Ángel Iván Rivera Guzmán. Arqueólogo investigador de la Dirección de Registro Público de Monumentos, Zonas Arqueológicas e Históricas del INAH. Especialista en la arqueología, iconografía e historia prehispánica de la región de Oaxaca.

 

Robles García, Nelly M., Maarten Jansen, Ángel Iván Rivera Guzmán, “La turquesa en la Tumba 7 de Monte Albán, Oaxaca”, Arqueología Mexicana núm. 143, pp. 64-67.

 

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