Aurora Montúfar López
Las semillas de chía (Salvia hispanica) y chan (Hyptis suaveolens) localizadas en la ofrenda 102 del Templo Mayor de Tenochtitlan permiten conocer más sobre el uso ceremonial que se les daba, y confirmar las cualidades alimenticias y medicinales que las distinguieron en la época prehispánica.
Antecedentes históricos
En la Nueva España se aprovechaban, por lo menos, dos tipos de chías, una de semillas pequeñas y otra de semillas como lentejas (Hernández, 1959). Al respecto, Manuel Orozco y Berra menciona dos variedades: la chianpitzáhuac, negra, y la chianpatláhuac, blanca, de mayor tamaño. Francisco J. Santamaría (2000) sostiene que la chía fue llamada Salvia chian La Llave. El autor la quiso llamar S. nezahualia, porque Nezahualcóyotl evadió a sus perseguidores al esconderse entre una gavilla de chía, pero antes que La Llave, Linneo la había clasificado como Salvia hispanica.
Las chías eran uno de los granos más importantes para la subsistencia hace cinco siglos. Hernando Alvarado Tezozómoc (1994) menciona que la chía formaba parte de los mantenimientos y habla de las reservas de chía: “...y mucha suma de cargas de cacao, chile en fardos y algodón en fardos, otros fardos de pepitas; cargas de chian tzotzol y chian delgado, chianpitzahuac, semillas de huauhtli y tlapalhuauhtli... no hay suma ni cuenta de las trojes que tenía dedicadas para el sustento de su casa y palacio”. También advierte de su entrega como recompensa, junto con otros materiales (mantas, huipiles), a petición del rey, a ciertas personas por su desempeño en la guerra, co-mo trabajadores de la piedra, mensajeros del rey y portadores de buenas noticias. Se daba asimismo a deudos de guerreros muertos en la lucha y “…le daban a la viuda de ofrenda… el que menos, daba una cesta de frijol, o chian, o una ave, o dos de las gallinas pavas zihuatotolin”.
Pilar Máynez, al referirse al petlalco (sala de la casa real donde se reunían los que tenían el cargo de la cuenta de todas las trojes de los mantenimientos), relata que había trojes en que se guardaban todos los géneros de bledos y semillas de chía, huauhtli ychiantzotzol.
Los mercaderes realizaban suntuosas fiestas y conseguían mucho maíz, frijol y también chianpitzaoac y chiantzotzol; todo esto lo tenían en sus trojes como provisión de lo que habían de servir para comer y beber en el convite.
Sahagún (1979) habla del cuidado especial que se tenía en el tianguis; en una parte estaban ordenados los que vendían las cosas de comer: diferentes tipos de maíz y frijol “... y chían blanca y negra, y otra que llaman chiantzotzol”.
Montúfar López, Aurora, “Las chías sagradas del Templo Mayor de Tenochtitlan”, Arqueología Mexicana núm. 84, pp. 82-85.
• Aurora Montúfar López. Laboratorio de Paleobotánica, Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, INAH.
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