Los “andamios de cráneos” entre los antiguos mayas

Karl A. Taube

Los estudios mesoamericanos siempre han asociado al tzompantli o “andamio de cráneos” con los mexicas de la época del contacto, tal vez por considerársele prueba de una presunta predilección por el sacrificio humano. Sin embargo, la primera muestra monumental de dicha tradición se encuentra en el sitio maya de Chichén Itzá, Yucatán, y corresponde al Posclásico Temprano.

 

Justamente al lado de la gran cancha del juego de pelota de Chichén Itzá se encuentra una asombrosa plataforma de cráneos humanos atravesados por vigas verticales que recuerdan los tzompantlis de los mexicas en el Templo Mayor y Tenayuca, cuyas fachadas de piedra muestran muchísimas calaveras humanas apiladas. En la plataforma de Chichén Itzá había un aro de piedra que mostraba serpientes emplumadas entrelazadas con dos círculos de peces nadando en el centro. Aunque este monumento parezca un anillo de cancha de juego de pelota, no tiene una espiga para empotrarse, se trata de una escultura autónoma. De acuerdo con el mito de la creación mexica, el itzopan, “lugar del cráneo”, considerado como un manantial reverdecido, estuvo en medio de la cancha. Este monumento circular de Chichén Itzá muestra de manera evidente que el tzompantli es una estructura directamente relacionada con el juego de pelota y su itzopan –un pozo-surtidor de agua fecundante. Además, el tzompantli era considerado un árbol reverdecido cuyos frutos fueron además cráneos humanos.

En el mural estilo tolteca de Ixtapantango se ve un armazón con calaveras en forma de árbol, al que adornan estandartes de papel o pantli; es más o menos contemporáneo del tzompantli de Chichén Itzá. Un tema similar aparece en la página 19 del Códice Borgia, donde se muestra un armazón de cráneos y también un árbol con pendones de papel al fondo. El símbolo de “árbol de cráneos” no es exclusivo de Mesoamérica y lo encontramos en Sumba, en el Sudeste asiático, donde tradicionalmente se mantuvieron árboles que sostenían los cráneos de los guerreros derrotados.

 

Chichén Itzá, Yucatán

Como ya se señaló, el armazón de cráneos de Chichén Itzá se encuentra junto a la cancha del juego de pelota; en el Popol Vuh, un manuscrito maya k’iche’, Hun Hunahpu, padre de los Héroes Gemelos, fue decapitado al perder un juego de pelota contra los dioses de la muerte en el inframundo; la cabeza fue colocada después en un árbol de jícaras vecino. Directamente relacionado con el juego de pelota, el árbol es, a todas luces, un tzompantli . Una versión de este episodio mítico puede verse en un vaso maya del Clásico Tardío, en el que la cabeza del dios del maíz –forma adoptada en el Clásico maya por Hun Hunahpu– aparece en el tronco de un árbol de cacao. Si bien no se trata de un tzompantli , la escena demuestra la presencia de las cabezas humanas en el arte maya del Clásico.

El armazón para cráneos de Chichén Itzá tiene forma de T, y muestra mucho parecido con la plataforma del tzompantli  que se halla justamente al lado de la cancha principal de Tula, donde hay una elaborada fachada de cráneos empalados. Es posible que la forma del armazón del tzompantli  provenga del de Tula; asimismo, existen otros ejemplos de soporte de tzompantli en Uxmal cuyas formas son cuadradas o rectangulares. En las cuatro plataformas bajas del Grupo del Cementerio, al oeste de la cancha del juego de pelota, vemos fachadas de piedra que exhiben cráneos, huesos entrecruzados y globos oculares fuera de las cuencas: símbolos inequívocos de muerte. En la única plataforma sin textos jeroglíficos en la parte superior de los frisos de piedra, una serie de nueve nichos excavados en los bordes superiores de los cuatro

lados indica muy probablemente que allí se colocaban las vigas verticales de un tzompantli.  Es la única que no es cuadrada y es posible que fuera el tzompantli  original; al parecer los textos de los otros tres lados fueron inscritos posteriormente. Es decir, en las otras tres plataformas, los hoyos de los postes para el andamio fueron hechos dentro de la plataforma, más que sobre las paredes.

 

Copán, Honduras

 La escalinata del Templo 16 de Copán, Honduras, del Clásico Tardío, tuvo una fachada cuyos grandes cráneos recuerdan las plataformas de los tzompantli  del Posclásico en Mesoamérica. Los lados de las calaveras están perforados, como sucede con los cráneos verdaderos que conocemos entre los mexicas. Pero la fachada de Copán es todavía más compleja. En 1994, Barbara Fash y yo determinamos que el centro del programa escultórico mostraba una enorme máscara esquelética del Tláloc teotihuacano. Vista desde arriba, la fachada de la calavera parece una plataforma en forma de T, que nos recuerda los tzompantlis  de Chichén Itzá y Tula, del Posclásico Temprano. Sin embargo, dado que la superficie superior sin adornos está formada por enormes bloques de piedra, es muy poco probable que pudiera haber sostenido un verdadero tzompantli .

En el arte del Clásico maya el tzompantli  puede aparecer como un andamio cubierto de hojas que sostiene calaveras y cabezas-trofeo enmarcando una figura central sentada. Aunque las hojas se relacionan naturalmente con los árboles, parecen simbolizar, de manera más genérica, la selva virgen. Así, una figurilla estilo Jaina presenta a una víctima amarrada y ataviada como venado sobre una enramada cubierta de hojarasca; el sentido no es que el animal se encuentre sobre un árbol, sino que está en el monte. En otro ejemplo de tzompantli  con hojarasca vemos a un jaguar sentado en el marco de una plataforma marcada con huesos cruzados y calaveras, motivo poco común que también se encuentra en lo que se consideran plataformas de tzompantli  en Uxmal. El animal usa un collar con kimih , signo relacionado con la muerte, que probablemente se vincula no sólo con el contexto mórbido, sino también con el importante papel simbólico que el jaguar tiene en los rituales de sacrificio humano. En muchas escenas de vasijas del Clásico Tardío maya, los jaguares aparecen en rituales de sacrificio por decapitación o extracción del corazón. La aparición de jaguares cerca de los armazones de calaveras con follaje tal vez enfatice el papel de esas estructuras como signos de los lugares violentos donde se llevaban a cabo sacrificios humanos. En el caso de la escena de Ixtapantango del Posclásico Temprano, una víctima humana se recarga contra el árbol-tzompantli. Tales estructuras se relacionaban directamente con el sangriento horror del desmembramiento humano. Además de ser una criatura estrechamente asociada con los rituales de sacrificio humano, el jaguar estaba en la cima de la cadena alimenticia y era considerado el predador por excelencia en el entorno selvático.

Una vasija maya del Clásico Tardío muestra una escena con dos armazones de tzompantli ; en la de la izquierda vemos calaveras y atrás un jaguar con otras cabezas-trofeo aún frescas, con el pelo y la carne intactos. La parte superior de la vasija muestra aspectos característicos de los way , espíritus diabólicos ingobernables, estrechamente relacionados con la selva virgen. Ambas estructuras con calaveras enmarcan figuras en tronos, como si estas macabras estructuras representaran los palacios de los muertos. En una estela de Piedras Negras, Guatemala, del Clásico Tardío, se ve un rey local enmarcado en el mismo cadalso con follaje y un gran jaguar detrás, relacionando nuevamente esas enramadas con el sacrificio. Este monumento –la Estela 10 de Piedras Negras– recuerda los palanquines del Clásico Tardío de Tikal, que también muestran enormes figuras de jaguar merodeando tras los reyes sentados. Tomando en cuenta los ejemplos de Tikal, resulta muy probable que la escena de Piedras Negras represente también un palanquín, pero en este caso de muerte y sacrificio.

 

Karl Taube. Doctor en antropología. Profesor de antropología en la Universidad de California Riverside.

 

Taube, Karl, “Los “andamios de cráneos” entre los antiguos mayas”, Arqueología Mexicana núm. 148, pp. 28-33.

 

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