Los calendarios de la Conquista

Munro S. Edmonson

Para los antiguos mexicanos, el calendario era una guía al pasado mítico y una ventana al futuro astrológico. Ordenaba los rituales asociados a los ciclos del tiempo, las actividades agrícolas y comerciales, los mercados y los reinados de los soberanos. Dictaba los nombres de los pueblos y de la gente, divinizaba sus destinos, y provocaba o curaba enfermedades.

 

Los calendarios de Mesoamérica fueron tantos y tan complejos que se han requerido análisis minuciosos, a lo largo de varios siglos, para poder comprenderlos. Cuando Cortés llegó a México aún estaban vigentes 21 calendarios, mientras que otros cuatro ya no se usaban (el olmeca, el de Teotihuacan, el de Yucuñudahui y el tolteca). Otros seis (los de Loxicha, Mazatlán, Iximché, Palenque, Campeche y Oxkutzcab) no son relevantes para este análisis general.

Los 21 calendarios del Posclásico dependían del conteo de dos ciclos, una práctica iniciada por pueblos de habla zoque, conocidos arqueológicamente como olmecas. Estos ciclos eran la cuenta de 260 días (tzolkín en yucateco, tonalpohualli en náhuatl y may en zoque) y la del año de 365 días (haab en yucateco, xiuhpohualli en náhuatl y hame en zoque). Solamente los olmecas y los mayas llevaron además la cuenta del tun (360 días) y desarrollaron la cuenta larga. Este sistema era utilizado por los pueblos zoques, yucatecos, choles y tal vez tzeltales y kekchís, aunque en las Tierras Altas mayas era desconocido. Para el siglo XVI la cuenta larga ya no se utilizaba.

 

La rueda calendárica

Lo que sí se encontraba vigente era el hunab de 52 años (xiuhmolpilli en náhuatl), la combinación de los otros dos ciclos, comúnmente llamada rueda calendárica. Si bien los usuarios de estos calendarios hablaban docenas de lenguas distintas, es más adecuado describirlos en los términos del calendario de Tikal del Clásico maya. En todos esos calendarios se establecieron 20 días sagrados que se combinaban con 13 números para producir el ciclo de 260 días. También en todos se nombraron (o numeraron) 18 meses de 20 días cada uno, y otro aciago al final, de cinco días, para completar el periodo de 365. En todos ellos los años recibían el nombre de su portador, que podía ser el día 1 o el 360. Ya que sólo cuatro de los nombres de los días podían ser portadores de año, y debido a que se combinaban con 13 numerales, la rueda calendárica o “siglo” indígena constaba de 52 años (4 x 13). Los calendarios diferían en lo referente a sus portadores de año y respecto de cuál de sus 18 meses contenía el día que les daba nombre.

Estas diferencias pueden ilustrarse adecuadamente comparando los nombres de los portadores de los años en los distintos calendarios, los que en el cuadro respectivo se muestran de acuerdo con la nomenclatura de Tikal, con las fechas europeas correspondientes de los años 1549-1550 d. C., según el calendario juliano –debe recordarse que el calendario gregoriano fue adoptado por los españoles el 14 de mayo de 1583. También se indican los calendarios cuyos portadores reciben el nombre del día 100 (ya que es el mismo del día 360), así como los que llevaban la cuenta de los días del 2 al 14 y no del 1 al 13, una peculiar práctica iniciada en Teotihuacan.

Traducción: Elisa Ramírez

 

Munro S. Edmonson. Doctor en antropología. Profesor emérito de antropología en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans, Luisiana. Ha escrito obras sobre los mayas de Yucatán y Guatemala, y también trabajos de carácter lingüístico, calendárico, folclórico y etnológico.

 

Edmonson, Munro S., “Los calendarios de la Conquista”, Arqueología Mexicana 41, pp. 40-45.

 

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