Cuentan los abuelos lacandones que Hacha’kyum, el dios creador de las montañas, de los ríos, de las aves, de los peces, y de todo lo que hay en la selva, después de haber creado a los hachwinik, a los hombres verdaderos, se sentó a descansar un momento en un tronco. Como tenía hambre, comió unos brotes de una planta. Cuentan que aquellas migajas que se caían de su boca sobre los troncos dieron origen a los kuxum che’ (hongos de los palos), en tanto que aquellas migajas que cayeron sobre la tierra dieron origen a los kuxum lu’um (hongos de la tierra). Los hombres verdaderos contemplaban extasiados cómo el padre creador se deleitaba con tan suculentos manjares y, como era natural, se acercaron a pedirle a Hachäk’yum que les compartiera de eso que se veía tan delicioso. Sin embargo, su padre les dijo que esos hongos no podían comerlos nunca porque eran comida de los dioses. Pero tal era su amor por sus hijos que les purificó algunos hongos para que también se deleitaran. Así nació el kayoch, el xikin, el lo’ro, el chak cha ach y otros hongos que los hombres verdaderos recolectan y consumen desde el principio de los tiempos. Como puede verse en este relato lacandón, para este grupo humano los hongos tienen un lugar particular en su cosmovisión. Estos seres son concebidos como parte intrínseca del ecosistema, tienen una función en las selvas e incluso algunas especies pueden ser consumidas, todo ello en una estrategia de aprovechamiento integral de los recursos que proporciona la selva. Los lacandones saben bien que los kuxum, que es como se le llama a todos los hongos, son los encargados de hacer que se pudran las ramas, los troncos y toda la materia orgánica que se deposita en los suelos de la selva, y así reincorporar todos esos nutrientes al ciclo de la vida: si la selva tiene kuxum, los suelos serán más ricos y fértiles.
El pueblo lacandón conoce alrededor de 80 especies de hongos y aprovecha al menos 15 especies comestibles. Entre las especies que los lacandones utilizan se encuentra Cookeina sulcipes, conocida como chäk chaach o “puñados de color rojo”, una especie comestible sumamente abundante en las selvas de Chiapas. También existe el registro de Phillipsia domingensis, llamada leok, la cual es una especie que era utilizada antiguamente para teñir fibras naturales. Otras especies comestibles son Auricularia, lo’ro, hongo parecido a una oreja que crece en diferentes tipos de árboles, o Pleurotus djamor, kayoch, que es quizá la especie comestible más importante para este grupo originario chiapaneco. Por otro lado, Trametes versicolor, wah kisin en maya lacandón o “la tortilla del Kisin”, recibe este nombre debido a que Kisin, junto con su hermano de Hachäk’yum, el dios creador, reservaron esta especie como “comida de los dioses”, por lo que los lacandones respetan este hongo y lo dejan prosperar de manera natural en la selva. Como puede verse, los hongos forman parte de un complejo dinámico que se desarrolla en las selvas del sureste mexicano, donde naturaleza y cultura se funden y conforman parte de nuestro patrimonio biocultural.
Felipe Ruan Soto. Doctor en ciencias biológicas por el Instituto de Biología de la UNAM. Profesor investigador del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Investigador del SNI.
Ruan Soto, Felipe, “Los hongos y los lacandones”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 87, pp. 50-51.