a Karl Taube
Las imágenes de Huitzilopochtli en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Nuevos descubrimientos, nuevas ideas
Los gavilanes
Analicemos finalmente la Ofrenda 179, una pequeña caja de sillares de piedra, cuya excavación concluimos hace apenas unos meses. Pertenecía a la etapa VI y fue inhumada al centro del Cuauhxicalco, una plataforma ritual de planta circular que se encuentra al pie de la fachada principal del Templo Mayor, también alineada con el eje de la capilla de Huitzilopochtli.
El componente principal era una pareja de gavilanes del género Accipiter, colocados en decúbito ventral flexionado y en sentido este oeste con la cabeza hacia el ocaso. Estas aves fueron depositadas sobre una cama de cuchillos de pedernal, varas de madera, espinas de maguey y serpientes, la cual descansaba a su vez sobre una capa de arena marina y esferas de copal. Al concluir el ritual, los sacerdotes cubrieron los cuerpos de los gavilanes con conchas y caracoles e, inmediatamente después, con barras de copal y más espinas, presumiblemente ensangrentadas.
Lo significativo para nuestros propósitos es que estas pequeñas aves de presa fueron ataviadas como Huitzilopochtli con ricos ornamentos de oro, turquesa, concha y piedra verde. En torno a sus patas, por ejemplo, tenían ajorcas de cascabeles de oro, mientras que a la altura de su cadera había láminas trapezoidales que representaban bragueros, atribuyéndoles de esta forma el género masculino.
A la altura del pecho, les colgaba un delicado collar de cuentas rosáceas de conchas del género Chama y de piedras metamórficas verdes, así como un pectoral anular de oro que las calificaba como deidades guerreras.
Algo similar registramos en sus alas, donde los sacerdotes colocaron dos brazaletes de oro, además de una rodela con una bandera en el individuo meridional y un cetro tlachieloni en el individuo septentrional.
Por último, las cabezas de los gavilanes fueron decoradas con ojos de concha y piedra verde, así como con insignias propias de Huitzilopochtli: el ave meridional tenía sobre la frente el emblema del cotinga azulejo hecho de turquesa, mientras que la septentrional –desprovista de cráneo– ostentaba una diminuta águila del mismo material, una cuenta de piedra verde, una divisa frontal de oro en forma de doble voluta y un esbelto pico de colibrí del mismo metal.
En pocas palabras, ambos gavilanes fueron objeto de una prolongada y compleja intervención taxidérmica en la que se les colocaron aditamentos confeccionados con las más ricas materias primas y cuya elaboración requirió no sólo de larguísimas horas, sino de una gran destreza técnica. El resultado fueron los cadáveres inertes de dos aves de presa dotados con las insignias –y en consecuencia con los poderes– del dios Huitzilopochtli.
Imagen: Gavilán de la Ofrenda 179 del Templo Mayor. Reconstitución del ejemplar septentrional. Foto: Mirsa Islas y Antonio Marín; dibujos: Antonio Marín, Cortesía PTM.
Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor del INAH. Miembro de El Colegio Nacional.
Alejandra Aguirre Molina. Doctora en estudios mesoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro del Proyecto Templo Mayor del INAH.
Antonio Marín Calvo. Pasante de la licenciatura en arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Miembro del Proyecto Templo Mayor del INAH.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
López Luján, Leonardo et al., “Las imágenes de Huitzilopochtli en el Templo Mayor de Tenochtitlan. Nuevos descubrimientos, nuevas ideas”, Arqueología Mexicana, núm. 177, pp. 22-33.