Objetos de oro y cobre son escasos en las tumbas y ofrendas de las Tierras Bajas mayas, pero el Cenote Sagrado cuenta con casi 500 objetos de metal, entre figuras, cascabeles y placas circulares. Una gran cantidad de los objetos de oro fueron elaborados en Centroamérica y quizás incluso en Colombia. La tradición metalúrgica de América se desarrolló primero en los Andes y se extendió, en los primeros siglos de nuestra era, hacia Colombia, Panamá y Costa Rica. En esa área del istmo centroamericano, varios reinos o cacicazgos contaban con artistas que produjeron una gran cantidad de pendientes, placas, orejeras y otras piezas que formaron parte del ajuar real o funerario de los gobernantes.
Estudios técnicos de la orfebrería muestran que se usó la tecnología avanzada del oro martillado y el proceso de cera perdida con varias aleaciones de oro, plata y cobre. En esa región se colectaron pepitas de oro en cuencas fluviales. El oro nativo lleva cierta cantidad de plata natural y a menudo los orfebres añadieron cobre, recolectado de venas expuestas en las montañas volcánicas. Los gobernantes de Costa Rica, Panamá y Colombia adornaron sus cuerpos reales con oro martillado o fundido.
Entre 750 y 1150 d.C., sociedades panameñas como las de las provincias Coclé y Veraguas participaron en redes comerciales por tierra o por la costa caribeña. Figuras de oro-cobre empezaron a aparecer en el área maya en sitios como Copán, Honduras, Altún Ha, Belice y Ek’ Balam, México. La iconografía de las figuras y los cascabeles encontrados en el Cenote Sagrado incluye seres antropomorfos, como hombres que llevan maracas o hachas en la mano, anfibios, monos y aves. Originalmente, los pendientes y cascabeles formaron parte del vestuario de los gobernantes y sus cortes, y se les colgaba mediante una cuerda de fibra como el sisal o se cosía en un vestido. Sin embargo, la enorme cantidad de figuras y cascabeles localizados gracias a las excavaciones en el Cenote Sagrado sugiere que el oro fue apreciado no como adorno de moda, sino ante todo como un objeto destinado a ofrendarse.
Un grupo de obras centroamericanas de oro martillado y sin decoración de imágenes formó parte de las ofrendas del cenote, entre ellas cuentas tubulares y placas de forma circular. Además de depositar discos lisos en el cenote, los mayas reutilizaron discos planos, golpeándolos para que fueran delgados como el papel aluminio. En el proceso, grabaron mediante repujado escenas mitológicas en las superficies, con dioses y reyes mayas. Un disco contiene la escena de una batalla naval, donde guerreros en una canoa grande atacan a otras personas en balsas. Mascaritas espectaculares y otros elementos de vestuario, como lentejuelas en forma de puntas de flecha, habrían hecho que esos señores y damas mayas brillaran bajo el sol yucateco.
Conclusión
Para los mayas, el verde del jade simbolizó fertilidad, brotes de maíz y agua sagrada. El amarillo del oro significó, en cambio, otro tipo de valoración relacionada con la madurez, con el maíz listo para cosecharse. Cuando los mayas hacían ofrendas masivas de materiales suntuarios de oro en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, quizá creían que se trataba de una siembra simbólica de la tierra representada por el cenote. En algunos casos, los peregrinos refundieron objetos de oro obtenidos mediante comercio con Centroamérica para darles una identidad indudablemente maya, antes de regalarlos a los dioses del inframundo.
Tomado de James A. Doyle, “El oro en la boca del ciempiés. Los artefactos centroamericanos del Cenote Sagrado de Chichén Itzá”, Arqueología Mexicana núm. 144, pp. 40-43.
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