Son pocos los organismos en este planeta capaces de causar emociones y sentimientos tan intensos y contrastantes en las personas que interactúan con ellos como los hongos. Estos organismos pueden provocar en algunos sujetos afición intensa, júbilo y alegría, en tanto que en otros puede generar actitudes completamente opuestas como desagrado, asco y aversión extrema. Este fenómeno fue advertido por Robert Gordon Wasson y su esposa, Valentina Pavlovna, el padre y la madre de la etnomicología, a mediados del siglo XX a partir de su propia experiencia. Wasson relata que mientras ambos recorrían el bosque en las Montañas Castkills, en Estados Unidos, encontraron un sinnúmero de hongos. Mientras ella recogía diferentes especies con gritos de júbilo para cocinarlos, él solamente advertía y suplicaba que no los recogiera, “son hongos, son venenosos”, decía, con la certeza de que no comería nada que tuviera hongos y que amanecería viudo al día siguiente. Para caracterizar estas dos formas de aproximación contrarias los Wasson propusieron los conceptos de micofilia y micofobia; el primero para categorizar aquellos pueblos donde existe sentimiento de simpatía y aprecio por los hongos y el segundo para aquéllos donde el sentimiento es de aversión hacia ellos. En este sentido, un pueblo micófilo es aquel que demuestra interés especial hacia los hongos; éstos están presentes en su dieta, en su medicina tradicional y en diversas actividades culturales. Por otra parte, un pueblo micófobo es aquel que tiene aversión hacia los hongos, una actitud de menosprecio o inclusive de temor hacia ellos.
En México, existen ejemplos claros de pueblos micofilos, en los que es común observar el papel tan importante que tienen los hongos en la vida cotidiana de las personas durante la época de lluvias. En poblados del centro de México, en los estados de Puebla, Tlaxcala, de México e incluso la misma Ciudad de México, es común ver las decenas de especies comestibles que se comercializan en los mercados. Asimismo, es de llamar la atención la riqueza culinaria que existe, en la cual los hongos son el elemento principal de una gran diversidad de platillos. En otras regiones montañosas del país, los hongos no son menos importantes. En los Altos de Chiapas es frecuente observar a muchas personas recolectando hongos en los bosques de la región tsotsil y tseltal. Asimismo, es mundialmente reconocida la importancia que tienen los hongos neurotrópicos en diversas prácticas curativo adivinatorias entre los mazatecos y otros pueblos de la sierra oaxaqueña. En todos estos ejemplos la gente expresa un agrado por los hongos y un agradecimiento por los beneficios que éstos les generan, aunado al gran conocimiento que por lo general tienen en temas relacionados con su biología y su ecología.
Felipe Ruan Soto. Doctor en ciencias biológicas por el Instituto de Biología de la UNAM. Profesor investigador del Instituto de Ciencias Biológicas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Investigador del SNI.
Ruan Soto, Felipe, “Micofilia y micofobia, del amor al odio por los hongos” , Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 87, pp. 38-39.