Ocotochtli: depredador celeste

Manuel A. Hermann Lejarazu

Los nombres de lugar atañen a un sinnúmero de referentes de carácter geográfico, histórico, religioso o mitológico, y reflejan actividades realizadas por el hombre en los aspectos productivos tanto para su manutención como para su organización social. Como llegó a mencionar Anaya Monroy en su estudio de la toponimia tlaxcalteca: “…cuando el hombre dota a un lugar con alguna denominación, deja en él un aspecto de su modo de ser, un fragmento de su vida, de sus logros o inquietudes, y al mismo tiempo de su propia situación dentro de la cultura”.

Si bien, de acuerdo con lo que señala este autor, los locativos pueden encerrar tanto una realidad geográfica como una realidad histórica y humana, lo cierto es que también encontramos alusiones a lugares que no se encuentran dentro de nuestra percepción inmediata, sino que pertenecen a “otro mundo”, a “otro tiempo”, por lo que pueden diferenciarse los lugares concernientes al mundo de los hombres de los que están fuera de la ecúmene, como, por ejemplo, Tamoanchan, Cincalco o el misterioso y liminal Tlillan-Tlapallan.

Del mismo modo que los lugares reales, la toponimia de sitios legendarios se reviste de una geografía sagrada que le da una significa significación particular. Regularmente, la composición o estructura sintáctica de estos topónimos se complementa con elementos igualmente pertenecientes a “otra realidad”, como puede ser el caso de animales fantásticos que forman par flote de los nombres de estos lugares. En diversos códices y fuentes escritas se representan lugares como Cerro de la Xiuhcóatl, o bien, sitios como Teyollocualoyan, “lugar donde se come el corazón de la gente” (representado por un animal que devora corazones); o uno de los templos de penitencia de Quetzalcóatl, Coacalco.

Particularmente, en los códices mixtecos existe un buen número de lugares cuyo elemento clasificador es un animal fantástico, pero, sin duda, la identificación de cualquiera de estos seres con los animales reales podría ser una labor difícil de lograr.

Tomado de Manuel A. Hermann Lejarazu, "Ocotochtli: depredador celeste", Arqueología Mexicana, edición especial, núm.121, pp. 80-83.