Pintura corporal

Enrique Vela

A diferencia de otras prácticas para el adorno utilizadas en la época prehispánica, la de la pintura corporal se distingue por su carácter efímero y porque no estaba restringida a la elite, si bien su uso en ocasiones públicas estaba regido por normas claramente establecidas. Era además una práctica que en cierto sentido escapaba al uso meramente ritual o de identificación social –que tenían en esencia las otras clases de adorno del cuerpo–, pues también se utilizaba cotidianamente.

Que la pintura corporal tenía un significado enraizado en la cosmovisión se demuestra en el hecho de que a los distintos dioses se les representaba con el cuerpo pintado con colores determinados, de acuerdo con su ámbito de acción y sus atribuciones, mismos que debían utilizar los sacerdotes que participaban en su culto.

En las ceremonias públicas la pintura corporal servía para identificar el papel que tenían los participantes. Así, aquellos individuos que serían sacrificados eran, por ejemplo, pintados con diseños y colores específicos, en tanto que los sacerdotes, a decir de los cronistas, “se embadurnaban” con colores apropiados al rito que se celebraba. Algo similar ocurría con los guerreros que se dirigían a campañas militares, o que regresaban de ellas, quienes se pintaban el cuerpo de un color para pelear y de otro para recibir honores por sus triunfos.

Pintarse de manera temporal para llevar a cabo rituales es la única práctica de adorno corporal prehispánica que pervive, pues el tatuaje, la escarificación y otras prácticas fueron prohibidas durante la conquista por sus fuertes connotaciones religiosas y su asociación con el poder político, y terminaron por extinguirse.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

Vela, Enrique, “Pintura corporal”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 37, pp. 22-33.