Seres que propician la lluvia. El carácter simbólico de enanos y jorobados en el México antiguo

Manuel A. Hermann Lejarazu

En la Historia de los mexicanos por sus pinturas existe un interesante relato sobre un individuo jorobado que sobrevivió dentro de una cueva al ponerse en contacto con las entidades sagradas de la lluvia. El texto menciona:

Y había 80 años que el señor de Chalco quiso sacrificar a estos criados del dios del agua un su corcovado [sic], y lleváronle al Volcán, cerro muy alto y do siempre hay nieve, 15 leguas de esta ciudad de México, y metieron al corcovado en una cueva y cerráronle la puerta; y él, por no tener de comer, se traspuso y fue llevado do vio el palacio dicho y la manera que se tenía por el dios; e idos después los criados del señor de Chalco a ver si era muerto, le hallaron vivo, y traído dijo lo que vio. Y en este año fueron vencidos los de Chalco por los mexicanos, y quedaron por sus esclavos; y dicen que aquélla fue señal por se perder como se perdieron (Mitos e historias de los antiguos mexicanos, 2002, pp. 29-31).

El contexto de este pasaje refiere a la descripción de un palacio donde habitan Tláloc y Chalchiuhtlicue junto con la corte de los “ministros de pequeño cuerpo” (los tlaloque), quienes riegan la tierra con sus alcancías después de llenarlas del agua que se encuentra almacenada en grandes contenedores. No obstante, la fuente no explica por qué razón el señor de Chalco escogió a un jorobado para sacrificarlo a los ayudantes de Tláloc en una cueva ubicada en el Popocatépetl, la gran montaña contenedora de lluvia por excelencia.

Según señalan algunas fuentes, en el año de 1465 o 12 casa, los mexicas derrotaron a Chalco tras un conflicto mayor en el que estuvieron implicados los señoríos de Tlaxcala y Huexotzingo (Códice Telleriano-Remensis, f. 34r). Pero no estamos seguros que esta guerra haya tenido algo que ver con el intento de sacrificar al jorobado. En los códices prehispánicos existen varias escenas de jorobados que penetran en las cuevas o que hacen rituales en ríos o cascadas cerca de los cerros. En la página 10 del Códice Colombino se relata una pequeña historia de un individuo mixteco llamado 10 Viento, quien sigue las instrucciones de un visitante de posible origen nahua con la intención de prepararlo como sacerdote. De acuerdo con el códice, el hombre jorobado aparece agachado en la orilla de un río donde bebe un líquido espumoso constituido por pequeñas vírgulas que se dirigen a su boca. Además, en medio del río, se observan líneas en forma de herraduras de color amarillo junto con volutas que están debajo de la espuma. Aunque no es posible identificar de manera categórica estos elementos, creemos que pudiera tratarse de excremento o, quizá, piciete (tabaco) para representar aguas sagradas o aguas con poderes alucinógenos.

Después de beber el agua del río, 10 Viento se introduce a través de una oquedad en una enorme cueva que se halla al pie de una montaña rocosa donde seguramente realizó prácticas rituales que pudieron haber sido autosacrificios y ayunos. Parado sobre el cerro pedregoso se encuentra el sacerdote nahua, quien saca de los cabellos a 10 Viento a través de una abertura de la cueva. Desafortunadamente, la cabeza de 10 Viento fue borrada del códice, pero aún es posible percibir un mechón de cabello en la mano derecha del hombre nahua que muestra una postura que parece “jalar” a 10 Viento y concluir así el complejo ritual.

En la página 61 del Códice Nuttall hay otra interesante representación de un jorobado que atraviesa un hueco o cueva por la pared lateral de un cerro. Aunque el contexto de esta escena refiere a un topónimo, no dudamos que la imagen remite, nuevamente, al singular ritual de introducir jorobados en las cuevas. En la Historia general de Sahagún (2000, lib. 3, cap. XIV, p. 325) un grupo de enanos y corcovados, que acompañaban a Quetzalcóatl durante su viaje a Tlapalla, murieron al atravesar el volcán y la Sierra Nevada (Popocatépetl e Iztaccíhuatl). De acuerdo con el texto, los acompañantes murieron a causa del frío al intentar pasar entre las dos sierras, lo que recuerda al jorobado que fue encerrado en la cueva del Popocatépetl.

En tiempos cercanos a la conquista de México, es muy conocido el episodio sobre el intento de huida que planeó Moctezuma Xocoyotzin por la cueva de Cincalco, ubicada en la actual Tacubaya, detrás de Chapultepec (Sahagún, 2000, lib. 12, cap. IX). Según la versión de fray Diego Durán (1995, I, cap. 67, pp. 566-67), un grupo de corcovados y hechiceros fueron varias veces a la cueva para intentar convencer a Huémac de que aceptase el ingreso de Moctezuma, pero ante su reiterado rechazo, varios de los mensajeros fueron sacrificados por el tlatoani mexica. Finalmente, nuevos enviados lograron su cometido y el propio Huémac se encargaría de recibir a Moctezuma a la entrada de una cueva arriba del cerro de Chapultepec. No obstante, la intervención de un ixiptla (representante o imagen de un dios) impidió la huida del último soberano mexica para que enfrentara su destino.

Aunque no parece prestarse mucha atención a los jorobados en las fuentes coloniales, su intervención en asuntos sagrados es muy importante de acuerdo con los códices prehispánicos. Es probable que se les haya relacionado con el agua y la lluvia al estar en contacto con los umbrales o entradas al otro mundo, como las cuevas y oquedades. No parece casualidad que enanos y corcovados mueran o sean sacrificados en montañas y cavernas para recibir los mensajes de los dioses de la lluvia. Justamente, cuando Moctezuma huía hacia Cincalco, lo hizo navegando en una canoa para llegar a Tlachtonco, punto de conexión con el inframundo, y se hizo acompañar de los jorobados que fueron ataviados del mismo modo que el tlatoani.

Esta condición de diversidad funcional fue considerada sagrada por los antiguos habitantes de Mesoamérica, pues Jacinto de la Serna menciona que dichos atributos eran parte de su elección para el sacerdocio:

 …y hoy ordinariamente son unos indios mal encarados, y señalados de naturaleza, o cojos, o tuertos, y estos tales atribuyen la elección de su sacerdocio, o la gracia que tienen para curar a aquellos defectos que padecen, y señales que tienen; y dicen, que cuando les faltó el ojo, o la pierna se les dio aquella gracia… y cuando estos accidentes y defectos corporales los tienen desde el vientre de su madre, dicen, que de allí sacaron la gracia…” (Serna, 1987, pp. 389-390).

Por lo tanto, las características de estos personajes fueron consideradas especiales y adecuadas para buscar un acercamiento a las deidades.

 

Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el ciesas-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

 

Hermann Lejarazu, Manuel A., “Seres que propician la lluvia. El carácter simbólico de enanos y jorobados en el México antiguo”, Arqueología Mexicana, núm. 112, pp. 84-85.

 

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