Teresa Rojas Rabiela
Mesoamérica fue el escenario privilegiado de la aparición de una agricultura compleja y milenaria basada exclusivamente en el trabajo manual. Conocer las claves ambientales, técnicas y sociales de esta actividad resulta de mucho interés porque nos permite comprender mejor el desarrollo y funcionamiento de aquellas sociedades, y así no limitarnos sólo a admirar sus logros intelectuales y arquitectónicos.
Civilización y agricultura sin animales de trabajo
Una característica que hace única a Mesoamérica cuando la comparamos con las demás civilizaciones del mundo antiguo, como China, Mesopotamia o Egipto, es que aquí no hubo domesticación de animales con los que sus agricultores se ayudaran en las labores del campo y el transporte, o que dieran lugar a la ganadería. Esta peculiaridad imprimió al desarrollo social y político de Mesoamérica un sello propio, que probablemente desde el principio la orientó hacia la organización de la energía humana para realizar las diversas actividades, particularmente las relacionadas con la creación de infraestructura, así como a la transformación de los paisajes. En la agricultura, el trabajo manual dio lugar a un conjunto de técnicas y de estrategias de manejo que, junto con el mejoramiento fitogenético de las especies y la intensificación del uso del suelo lograda por medio de la irrigación y del aterrazamiento, dieron lugar al aumento progresivo de la capacidad productiva. Conocemos razonablemente bien los sistemas de organización social del trabajo de la época cercana a la conquista española, que eran dirigidos por los señoríos regionales y por los estados imperiales (tarasco, mexica), pero difícilmente podremos documentarlos para épocas anteriores. Se trata de un modelo posible según el cual las sociedades mesoamericanas habrían descansado en la movilización colectiva de la energía humana, así como en la capacidad de su agricultura para producir e incrementar los excedentes necesarios para su desarrollo. Enseguida se consignan algunas “claves” de esta “agricultura sin animales”.
Primera clave: la diversidad ambiental
La diversidad ambiental del área mesoamericana se relaciona directamente con su carácter montañoso y con su ubicación en el límite norte de los trópicos, lo cual influye en los climas, que varían de tipos de latitudes medias a otros subtropicales y tropicales, que se reflejan a su vez en la distribución de la vegetación, los animales y los suelos. En materia de vegetación, Mesoamérica se sitúa en la intersección de dos reinos o dominios biogeográficos, lo cual permite la existencia de hasta 45 tipos diferentes de vegetación, con un 20 a 30% de endemismo (plantas que sólo se encuentran allí), de un total estimado de 30 000 especies (de acuerdo con Víctor Manuel Toledo).
Rojas Rabiela, Teresa, “Técnicas, métodos y estrategias agrícolas”, Arqueología Mexicana núm. 120, pp. 48-53.
• Teresa Rojas Rabiela. Etnohistoriadora, especialista en agricultura e hidráulica prehispánica y novohispana, en tecnología y organización laboral de la época de contacto y en fotografía histórica de indígenas y campesinos mexicanos. Investigadora titular del CIESAS.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar: http://raices.com.mx/tienda/revistas-la-agricultura-en-mesoamerica-AM120