Todo parece ir bien en Tula hasta que tres personajes deciden poner fin a la fortuna de Quetzalcóatl y los toltecas: los dioses Huitzilopochtli, Tlacahuepan y Titlacahuan (este último no es sino otro apelativo o avatar de Tezcatlipoca). Los personajes reciben los calificativos de nahualli y tlacatecólotl, esto es, se les concibe como poderosos magos divinos. Según los Anales de Cuauhtitlan, se prepararon para engañar a Quetzalcóatl y “hacerle perder el tino y que ya no haga penitencia”, y Tezcatlipoca agregó: “Yo digo que vayamos a darle su cuerpo”; el propósito consiste en alejarlo de la vida espiritual del sacerdocio y llevarlo a los placeres de la vida mundana.
En los textos nahuas, a los adversarios de Quetzalcóatl se les atribuye la capacidad de obrar tetzáhuitl , esto es, que a través de sus artes mágicas podían producir prodigios o portentos, fenómenos inusitados y sorprendentes que por lo mismo provocaban temor en quienes eran testigos de su aparición, pues se supone que dichos portentos eran anuncios de eventos negativos en un futuro próximo y siempre implicaban la presencia o la acción de los seres divinos; además, suelen ocurrir con más frecuencia en momentos de graves crisis sociales y políticas. Justamente, los dioses convocados por Tezcatlipoca realizaron diversos prodigios para engañar a Quetzalcóatl y a los toltecas con el fin de hacerlos incurrir en faltas morales y así poder dar cuenta de la gran ciudad, pues como dice el texto sahaguntino “los tres hicieron portentos con los que presagiaron la destrucción de Tula”.
El primer portento de los magos divinos ocurre cuando Tezcatlipoca se transforma en anciano para tener acceso al recluido Quetzalcóatl y ofrecerle pulque. Después de una pequeña discusión con quienes guardan a su desprevenido adversario, llega hasta su presencia; una vez ahí le ofrece el pulque como si fuera una medicina, ya que Quetzalcóatl está enfermo. Dijo Quetzalcóatl: “Estoy muy enfermo por todas partes, en ninguna parte están bien mis brazos, mis pies; bien desmayado está mi cuerpo, así como que se deshace”; y luego dijo el viejecillo: “Ya aquí está la medicina que es muy buena, ligera y va una cosa con la otra, si la bebieres en ti saldrá y ablandará tu cuerpo y llorarás, será generoso tu corazón; tú recordarás que morirás; y además bien por ella recordarás adonde irás”.
Aunque al principio se niega a beber, el señor de Tula termina cediendo a la incitación del falso anciano y comienza por sólo probar un poco de la bebida. Enseguida, dice el texto náhuatl, se “movió su tonalli ”, y termina embriagándose, con un mal resultado pues “ya por eso llora, mucho se aflige, entonces por ello se le fue el corazón a Quetzalcóatl, ya no recuerda lo que antes conocía de su manera de vivir, lo que conoce de su forma de vida, bien le dio vueltas a su corazón el tlacatecólotl ”.
Mover el tonalli indica que Tezcatlipoca ha causado conmoción en las inclinaciones más íntimas del penitente y en su fuerza vital. Con la borrachera, Quetzalcóatl ha perdido el juicio y la cordura, se le fue el corazón y le da vueltas; si se tiene en cuenta que en el mundo náhuatl el corazón es el principal centro de conciencia y de voluntad, se comprende la gravedad de lo que le pasó a Quetzalcóatl, perdió la conciencia y la voluntad. Esto da por resultado que olvide “su forma de vida”, la cual es la vida ritual, de penitencia y abstinencia del sacerdote, faltando por ello a sus obligaciones rituales, gravísima transgresión que afecta a toda la sociedad. Por tanto, Tezcatlipoca ha logrado dañar a la sociedad tolteca en uno de sus ejes básicos, la comunicación con lo sagrado, pues en el pensamiento mesoamericano el bienestar social depende, en última instancia, del favor divino. Por su parte, los Anales de Cuauhtitlan refrendan esta noción de pérdida de la estabilidad anímica de Quetzalcóatl, pues en pleno estado de embriaguez mandó traer a Quetzalpétlatl, “estera preciosa”, mujer dedicada al culto divino y por ello con votos de abstinencia, con la cual tuvo relaciones sexuales. De esta manera ha cometido las faltas más graves en que puede caer un sacerdote, una falta lleva a otra: la embriaguez en un lugar sagrado mientras está dedicado a la penitencia lo lleva a tener relaciones con una mujer dedicada a los dioses. Los dos han olvidado sus grandes responsabilidades, como lo señala el texto de los Anales : “Después que se embriagaron [...] Ya no bajaron a la acequia; ya no fueron a ponerse espinas; ya nada hicieron al alba. Cuando amaneció, mucho se entristecieron, se ablandó su corazón. Luego dijo Quetzalcóatl: ‘¡Desdichado de mí!’ ”.
Tomado de Miguel Pastrana Flores, “Tezcatlipoca contra Quetzalcóatl en la caída de Tula”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 30-35.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-intrigas-en-palacio-AM112