Tiempo mesoamericano I. La periodización de la historia mesoamericana

Alfredo López Austin, Leonardo López Luján

Periodización, ¿por qué y para qué?

En su acepción de memoria del devenir, la historia es una herramienta intelectual indispensable para entender la sucesión de los procesos sociales. Pero no basta el cocimiento de los acontecimientos ordenados a partir de la cronología. Para la debida comprensión del devenir social, el historiador habrá de analizar los periodos como unidades de una secuencia. Para ello destacará los rasgos más notorios de cada periodo; intentará encontrar sus interrelaciones, y tratará de descubrir el juego de fuerzas sociales que los producen, mantienen y eliminan. Además, tipificará, teóricamente los periodos de una secuencia, los ubicará en el tiempo y les dará un nombre adecuado. En suma, encontrará el sentido histórico general de los acontecimientos. Creará en esta forma un modelo de la transformación histórica, es decir, un marco hipotético para estructurar sus observaciones de una realidad compleja, siempre cambiante. Forzosamente, el modelo creado será una visión demasiado simple, aunque conservará los elementos esenciales de las épocas históricas.

Este quehacer se ha denominado periodización o periodificación. Pese a la importancia y edad del concepto, el término no se ha fijado, y a la imprecisión ha contribuido la Academia de la Lengua Española, que hasta el momento no ha consignado en su diccionario ninguno de dichos términos.

En el caso particular de la periodización de la historia de Mesoamérica, adquiere particular importancia la cronología arqueológica, debido a la ausencia de escritura en la mayor parte de sus periodos y de sus áreas. La cronología se define como la ubicación temporal del periodo, tanto en su aspecto relativo (establecimiento de la secuencia histórica) como absoluto (fechamiento). También es importante la determinación de los indicadores arqueológicos, esto es, los rasgos ya fundamentales, ya secundarios, que permiten identificar –o al menos sospechar– la existencia de los procesos históricos.

Mesoamérica en el contexto histórico

El estudio de los procesos históricos de la superárea cultural mesoamericana es particularmente difícil debido a la enorme extensión de su territorio, a la oscilación temporal de sus fronteras, a la heterogeneidad de los pueblos que a ella pertenecieron y a la complejidad de su historia, sobre todo en lo que toca a la existencia simultánea de sociedades con muy diferentes niveles de desarrollo. Parte medular del problema es la elección de la unidad de análisis. En efecto, se puede periodizar por separado la historia particular de cada área de Mesoamérica (Centro, Occidente, Golfo, Norte, Oaxaca y Sureste), o la de la superárea como un todo.

Consideramos que la estrategia más productiva es comprender el sentido de los procesos históricos a nivel mesoamericano, y sobre esta base analizar el desarrollo particular de las diferentes áreas. Nuestra posición se funda en el hecho de que las sociedades mesoamericanas vivieron una historia compartida durante milenios y estuvieron ligadas por un conjunto complejo y heterogéneo de relaciones. Estas últimas se establecieron a partir de intercambios constantes de bienes, de desplazamientos humanos, de intereses compartidos entre las elites de diversas regiones, del dominio de unas sociedades sobre otras, de sus conflictos bélicos, etc. Las sociedades contemporáneas podían diferir en nivel de complejidad; sin embargo, lo importante fue que las relaciones se constituyeron en forma estructural y permanente. En un buen número de casos, el bajo nivel de desarrollo de una sociedad puede explicarse como el resultado de sus relaciones asimétricas con una potencia vecina que la avasalló y no como manifestación de un lento desarrollo autónomo.

Lo anterior no significa que desconozcamos la importancia de la periodización particular de las diferentes áreas mesoamericanas. Lo que proponemos es que la parcelación de sus historias se haga en el contexto de la periodización general y que, además, se utilicen criterios y nomenclatura específicos.

Como puede suponerse, los diferentes enfoques de los mesoamericanistas han provocado propuestas de periodización tan interesantes como disímbolas. Cada autor divide la historia, de manera consciente o inconsciente, de acuerdo con su forma particular de concebir las transformaciones sociales. Privilegia, por tanto, uno o varios criterios de clasificación; por ejemplo, algunas periodizaciones se basan en los cambios de la base de subsistencia, de la complejidad social, del patrón de asentamiento, del grado de centralización del poder, de la magnitud del aparato bélico o del nivel de “perfección” de las manifestaciones estéticas.

Breve historia de la periodización de Mesoamérica

… La visión del pasado prehispánico se transformó radicalmente con las ideas de la Ilustración y, décadas más tarde, del positivismo decimonónico. Sin embargo, en lo que toca a la periodización, los cambios más significativos se produjeron al inicio del siglo XX, asociados a la aplicación de las técnicas estratigráficas y al estudio detallado de la cerámica. Fue así como se establecieron las primeras secuencias culturales fidedignas que, con posterioridad, serían fijadas cronológicamente gracias a técnicas de fechamiento absoluto como el radiocarbono y la hidratación de la obsidiana.

La historia de las periodizaciones científicas de Mesoamérica tiene poco menos de un siglo y se caracteriza por la abundancia y la diversidad de las propuestas. …

Dos hallazgos arqueológicos, uno en 1907 y otro en 1909, catalizaron las primeras periodizaciones científicas de Mesoamérica: Zelia Nuttall descubrió restos cerámicos muy antiguos bajo la lava de Coyoacán y Manuel Gamio encontró vestigios igualmente remotos en su reconocimiento preliminar en el occidente de la Cuenca de México. Estos materiales –a los cuales se denominó “Tipo de los Cerros”– motivaron en Franz Boas la curiosidad de conocer su relación cronológica con la cerámica conocida en aquella época.

Transcurría entonces el año de 1912, fecha en que se iniciaba la llamada revolución estratigráfica en el seno de la recién fundada Escuela Internacional de Arqueología y Etnología. Como su director, Boas encomendó a Gamio una excavación en San Miguel Ahuizotla, Azcapotzalco, con el fin de establecer la secuencia estratigráfica, y por tanto temporal, de todos los tipos cerámicos de la Cuenca. Gamio se dio a la tarea e inmediatamente divulgó sus resultados en los foros académicos, fijando la secuencia “Tipo de los Cerros”-“de Teotihuacan”-“Azteca”.

Basado en éste y otros estudios, Herbert Spinden se dio cuenta años más tarde que sociedades semejantes a la llamada “de los Cerros” no fueron privativas de la Cuenca de México, sino que se extendían desde el altiplano mexicano hasta el norte de Sudamérica. De ahí concibió la existencia de un “Horizonte Arcaico” de gran extensión territorial. En esta forma, propuso en 1917 la primera periodización general, la cual incluía, entre otras áreas, el territorio que hoy llamamos Mesoamérica.

Mucho después, en 1942, Alfonso Caso presentó en la Segunda Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología una periodización que abreva del trabajo de Spinden, aunque divide en dos horizontes las llamadas “culturas Medias” de éste. Para ello se basó en la secuencia cerámica de Uaxactún. Caso también agregó un cuarto y último horizonte, al que denominó “Mixteco-Puebla”. Hasta donde tenemos noticias, es ésta la primera periodización específica de la superárea cultural mesoamericana. Otros autores de la misma Sociedad, entre ellos Wigberto Jiménez Moreno y Jorge A. Vivó, complementaron en aquellos años la propuesta de Caso.

Para 1948, Pedro Armillas propuso eliminar los rasgos individuales y las peculiaridades estilísticas como criterios de periodización, y que se emplearan en su lugar los factores económicos. A partir de ese momento se multiplicaron las propuestas de división histórica, entre las que destacan las de Ignacio Bernal, Ignacio Marquina, Miguel Covarrubias, el propio Armillas, Ángel Palerm, Gordon Ekholm y Jiménez Moreno. Covarrubias fue uno de los primeros en incorporar el término “Preclásico, acuñado por Robert Wauchope en 1951, en sustitución de “Arcaico”. Tres años después, este último autor dividió el pasado mesoamericano utilizando fechamientos radiocarbónicos. Dentro del pensamiento marxista, Julio César Olivé propuso en 1958 una periodización que integra los estadios de Lewis Morgan (salvajismo, barbarie y civilización) y las revoluciones de Gordon V. Childe (neolítica y urbana). Un año más tarde Jiménez Moreno acuñó el término “Epiclásico” para definir un periodo importantísimo en la transición del Clásico al Posclásico.

William T. Sanders y Barbara Price, desde la óptica de la ecología cultural, combinaron dos clasificaciones en 1968: la ya tradicional división en periodos cronológicos (Formativo, Clásico y Posclásico) con los estadios de desarrollo cultural propuestos por Elman R. Service (banda, tribu, cacicazgo y civilización). Correctamente, estos autores hicieron notar que dichos estadios no fueron sincrónicos en las distintas áreas de Mesoamérica. Cuatro años después, el mismo Sanders, junto con Eric Wolf y otros colegas, se reunieron en la School of American Research de Santa Fe y decidieron aplicar al caso mesoamericano la periodización que John H. Rowe elaboró para los Andes Centrales. La original terminología entonces adoptada, en la que se suceden horizontes y periodos intermedios, es únicamente cronológica, pues no tiene connotaciones de periodo ni de estadio de desarrollo.

Durante las décadas de los setenta y de los ochenta se publicaron nuevas propuestas, entre las que sobresalen las de Román Piña Chán, Eduardo Matos y Enrique Nalda. Conviene advertir que en los últimos años el uso ha impuesto la nomenclatura de Preclásico, Clásico y Posclásico. Sin embargo –y esto es una gran ventaja– los términos han perdido las connotaciones originales y el problema de la caracterización de los procesos es superior al de la mera terminología.

 

Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM. Investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente realiza estudios sobre mitología e iconografía mesoamericanas.

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris. Investigador del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. En la actualidad inicia un estudio sobre la elite y el gobierno teotihuacanos.

López Austin, Alfredo  y Leonardo López Luján, “Tiempo mesoamericano I. La periodización de la historia mesoamericana”, Arqueología Mexicana, núm. 43, pp. 14-23.

Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:

https://raices.com.mx/tienda/revistas-el-valle-de-toluca-AM043