En los códices, su cuerpo está pintado de negro, de amarillo o de verde, lleva atavíos de papel salpicado de hule y su tocado se compone de ojos estelares, así como de plumas de quetzal y de garza. Tláloc ostenta muchos atavíos de jade –del cual se decía que era “el cuerpo de los tlaloque”–, símbolo del agua, como orejeras, collar, y también lleva un pectoral de oro. Entre los elementos que carga el dios destaca un palo serpentiforme, a menudo pintado de azul, que representa al rayo
Imagen: Como patrón de la trecena que empieza con el signo ce quiáhuitl, 1 lluvia, Tláloc aparece con algunos de sus atavíos característicos en el Códice Borbónico, lám. 7. En su tocado se encuentra un zacatapayolli, es decir, una bola de zacate donde se clavaban espinas y punzones de huesos ensangrentados. El zacatapayolli representaba una cueva o un cerro que se fecundaba por medio de estos instrumentos de autosacrificio que los mexicas identificaban con guerreros sacrificados. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Guilhem Olivier. Doctor en historia, Investigador del IIH de la UNAM. Autor de Tezcatlipoca. Burlas y metamorfosis de un dios azteca (FCE, México, 2004) y coordinador de Símbolos de poder en Mesoamérica (IIH, IIA, UNAM, 2008).
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Olivier, Guilhem, “Tláloc, el antiguo dios de la lluvia y de la tierra en el Centro de México”, Arqueología Mexicana, núm. 96, pp. 40-43.
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