En el año 1801, el propietario de una hacienda española en la provincia de Tehuantepec solicitó a las autoridades coloniales construir un ingenio para refinar azúcar, una de las dos solicitudes de este tipo realizadas en el pequeño pueblo de Chihuitán. El solicitante respondió a una pregunta estándar sobre si dicha construcción causaría algún daño a las comunidades indígenas, donde “antes había un pueblo, pero hace tiempo que se desapareció”. Chihuitán, una notable comunidad, en los primeros días del gobierno español fue ubicada en varios mapas indígenas en los primeros años virreinales, como en esta petición de 1598 para establecer un rancho de ganado menor por parte de un noble zapoteco, don Francisco de Figueroa. Hoy en día, menos del 5% de los 1,618 habitantes del pueblo hablan zapoteco. ¿Qué podrían decirnos los restos arqueológicos de esta antigua comunidad sobre las adaptaciones a los desafíos coloniales en el sur del Istmo?
Por evidencias etnohistóricas –plasmadas en documentos, lienzos y mapas– y arqueológicas a través de la arquitectura y la cerámica, sabemos que cuando los zapotecos colonizaron el Istmo aproximadamente un siglo antes de la llegada de los españoles, las elites se interesaron especialmente por las faldas de la Sierra Sur por ser más fresca y con suelos irrigables. Allí establecieron huertas de frutas y plantaciones de algodón, entre otros cultivos, lo que dio como resultado una dispersión de pequeños asentamientos a lo largo del paisaje del alto río de los Perros.
Muchos descendientes de estas elites, como don Francisco de Figueroa, adoptaron la ganadería a fines del siglo XVI, ya que la disminución de las poblaciones indígenas y la pérdida de sus servicios patrimoniales habían creado desafíos económicos entre ellos. Cuando don Francisco, hijo “ilegítimo” del rey zapoteca de Tehuantepec, quiso establecer una estancia en sus propias tierras, no encontró objeción por parte de los oficiales de Chihuitán, quienes consideraban a don Francisco como un miembro de la comunidad.
Tomado de Judith Francis Zeitlin, “Rancho Santa Cruz. Un sitio istmeño de la época virreinal”, Arqueología Mexicana, núm. 191, pp. 72-77.
Judith Francis Zeitlin. Etnohistoriadora y arqueóloga, es profesora emérita de antropología en la Universidad de Massachusetts, Boston. Se jubiló de la universidad y actualmente analiza documentos procedentes de sus investigaciones históricas sobre el Istmo.