José Antonio Pompa y Padilla
La boca que sonríe, ordena, emite leyes y decretos, describe el curso de los astros o los ciclos de las estaciones; la boca que susurra al oído o aquella que habla en representación de los dioses. Prácticamente en todos las épocas y culturas ha habido algún tipo de embellecimiento dentario: hoy, proliferan los frenillos, los braquets, los retenedores, los puentes; en el mundo prehispánico, existía el uso común del limado, la mutilación ritual, las incrustaciones de piedras preciosas. Estética, estatus o simple profilaxis, los limados dentarios han sido un componente y un punto de referencia en la formación de cualquier cultura.
El doctor Alfonso Caso escribió: “Al juzgar las mutilaciones dentarias de nuestros aborígenes, no debemos considerarlas como un rasgo de incultura, si no como característica de otra cultura." Y Javier Romero nos dice: "Aquella gente, por consiguiente, gustaba lucir una dentadura mutilada, como en la actualidad pueden llevarse[...] complicados y rico aretes que penden de un broche pasado a través del lóbulo auricular." Esta costumbre cultural prehispánica fue estudiada por el maestro Javier Romero y por el doctor Samuel Fastlicht, quien sugirió que no se le llamara mutilación; ahora utilizamos el término "limado", pues su objetivo era estético, de acuerdo a sus parámetros culturales, por lo que “mutilar” no parece ser el vocablo adecuado.
La costumbre de limarse los dientes no sólo estuvo circunscrita a Mesoamérica; existen reportes de materiales con mutilación en Argentina, y también en isla de Cuba se encontraron dientes mutilados pertenecientes a negros llevados como esclavos, principalmente de filiación carabalí. En la época colonial (siglos XVIII y XIX d.C.), esta costumbre estaba extendida en gran parte de las Antillas, según lo describe Manuel Ribero de la Calle: los carabalí se mutilaban los dientes como parte de la ceremonia de iniciación a la pubertad. También se limaban los dientes en África, el sudeste de Asia e Indonesia.
En la época prehispánica, la práctica del limado estaba generalizada en algunos sitios del suroeste de Estados Unidos, Ecuador, Chile, Argentina y, por supuesto, Mesoamérica, aunque la incrustación de piedras semipreciosas parece haber sido exclusiva de esta última región. Actualmente, aún se acostumbra el limado de dientes en Angola, Panamá, Venezuela y el norte de Brasil.
Particularmente para el área mesoamericana, antes de la llegada de los españoles, Romero menciona que el limado de los dientes es más antiguo que la incrustación. El limado aparece en el horizonte Preclásico Temprano (siglos XIV a X a.C.) y las incrustaciones en el Preclásico Medio (siglos X a VI a.C.), teniendo su auge durante el periodo Clásico; hacia la época de la conquista, la costumbre de la mutilación dentaria estaba en vías de desaparecer.
Para hacer los trabajos de limado utilizaban como herramienta una piedra tallada; existe la representación gráfica de esta actividad en un mural localizado en Tepantitla, Teotihuacan. Estado de México. Para la incrustación, puede suponerse que se empleaba un tipo de taladro de arco (cabe aclarar que no existe ninguna evidencia material -física o pictórica- de este instrumento), pudiendo usar como abrasivo polvo de cuarzo con agua. Al parecer, el trabajo de limado lo efectuaban las mujeres, según lo describe Landa en la Relación de las cosas de Yucatán, y como aún se hace en Brasil.
¿Cuál es el objeto del limado dentario? Se sabe que éste se practicaba en adultos vivos de ambos sexos: existen claras representaciones en figurillas. En las Antillas, durante la época colonial, el limado formaba parte de las ceremonias de iniciación a la pubertad. En la Mesoamérica prehispánica no se tienen evidencias concretas del porqué del limado dental.
Por lo que refieren las crónicas históricas, así como por inferencias arqueológicas, se piensa que era una costumbre de embellecimiento (como lo fue también la práctica de la deformación intencional de la cabeza), sin ninguna relación con fines terapéuticos; además, hasta el momento no se tiene conocimiento de que marcara diferencias de estatus sociales o económicos, aunque si bien el limado podía efectuarse en cualquier individuo, la incrustación requería de una técnica más compleja y de la posibilidad de adquirir las piedras que serían incrustadas. Por otro lado, recordemos los datos arqueológicos que se tienen acerca del sistema funerario, correspondiente al estatus al morir, esto es: si un individuo fue importante en su juventud y embelleció sus dientes, al morir podía ya no tener el mismo estatus elevado y su ofrenda funeraria sería exigua; por ello, no ha sido posible establecer correlaciones directas entre el rango social y el limado e incrustación dentarios, que serían practicados en alguien que pudiese pagar por ello, o bien, porque gracias a su jerarquía se le hiciese de manera honorífica. Debe mencionarse el hecho de que hacer limaduras en el diente puede resultar relativamente sencillo, pero para realizar trabajos de incrustación se requieren conocimientos más profundos de la anatomía dental, analgésicos naturales, pegamentos o cementos para fijar la incrustación, el tallado de la piedra, etcétera. Es probable que, por estos motivos, la proporción de dientes con incrustaciones sea menor con respecto a los que muestran limado. Existía el riesgo de sobrecalentar el diente durante el proceso de limado y al abrir la cavidad para la incrustación; por lo tanto, el trabajo debió ser lento y cuidado- so, con la posible utilización de analgésicos naturales. De sobrecalentar el diente se produce un absceso, además del consabido dolor.
José Antonio Pompa y Padilla. Antropólogo físico. Investigador de la Dirección de Antropología Física, INAH.
Pompa y Padilla, José Antonio, “El embellecimiento dentario en la época prehispánica ”, Arqueología Mexicana 14, pp. 62-65.
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