Tajín es una de las ciudades con mayor cantidad de canchas para el juego de pelota, 17 en total, un ritual de suma importancia en la época prehispánica. Tal proliferación ha sido interpretada como un reflejo de que la ciudad, de acuerdo con la situación prevaleciente en la época, era habitada por grupos con cierta autonomía y tal vez hasta de origen diverso. El ritual del juego de pelota se encontraba relacionado metafóricamente con aspectos como el transcurso de los astros en el firmamento y la creación del mundo, y era una ceremonia íntimamente ligada a los gobernantes y la legitimación de su autoridad.
Los jugadores se colocaban en el centro de la cancha y usaban una pelota maciza, de hule, que rebotaba en las paredes. Como se puede imaginar, la pared en talud permitía a la pelota tomar vuelo en la parte superior del tablero y regresar hacia la cancha, donde podía pegarle de nuevo un jugador. Tradicionalmente, en el juego de pelota prehispánico no se le pegaba a la pelota con la mano sino con las caderas; sin embargo, había algunas variantes en las que se le pegaba con un guante o con un bastón. En Tajín se han encontrado representaciones de jugadores con guante o manopla, por lo que es probable que la pelota fuera golpeada de las dos maneras: con la cadera –para lo que se utilizaban protectores– y con una manopla. El Juego de Pelota Sur no sólo es el más grande de Tajín, es notable también por los tableros con bajorrelieves en los que se representaron escenas que aluden a mitos y a ritos asociados con el juego de pelota, como el sacrificio por decapitación llevado a cabo después del juego. En el Juego de Pelota Norte, con una cancha más pequeña que la del Juego de Pelota Sur, también se encuentran tableros con bajorrelieves en las esquinas y en el centro de cada pared. En ellos se representan igualmente aspectos míticos y rituales relacionados con el juego.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique (editor), “Juegos de pelota”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 60, pp. 52-65.