La Danza del Volador y el sacrificio humano

Enrique Vela

Según Javier Urcid (2006), el rito del Volador tuvo en la época prehispánica una clara relación con el sacrificio humano. A continuación se presentan algunos ejemplos al respecto.

La evidencia que proveen las dos escenas del Palo Volador en el Códice Tepeucila (antes Códice Fernández Leal), un documento que se pintó en la Cañada de Cuicatlán hacia 1540 d.C., permite establecer un nexo entre la Danza del Volador, la guerra y la práctica del sacrificio humano, específicamente una forma en la que la víctima era amarrada a un cadalso de madera y herida mediante propulsores y saetas o arcos y flechas para provocar un sangrado abundante. Este acto culminaba con la extracción del corazón latiente. Este nexo entre el conflicto armado y ambos rituales permite suponer que una versión de la Danza del Volador debió practicarse en Teotihuacan al menos hacia el siglo VI d.C., pues ahí se ha encontrado evidencia del sacrificio preliminar por heridas de dardos.

La representación más temprana que se conoce sobre la relación tan estrecha entre el descenso ritual de voladores y el ofrecimiento de sacrificios humanos aparece en un grafiti ejecutado en un muro del cuarto 2, en la Estructura 5D de Tikal, en el Petén Central, Guatemala. Aunque es difícil determinar la fecha de ejecución del grafiti, no hay nada que sugiera convenciones gráficas toltecas. Así, es posible que la representación se haya hecho antes, durante o poco después del abandono de Tikal, acaecido hacia el siglo IX d.C. La composición, aunque esquematizada, incluye la representación de un poste decorado con chevrones y cuatro personajes que visten capas emplumadas. El personaje principal de la escena porta además un yelmo de ave y aparece en el acto de herir con un dardo a un prisionero amarrado a un cadalso. Tres de los personajes, incluyendo la figura central, llevan cuerdas amarradas a la cintura, lo que sin duda alude a su previo descenso del palo volador.

Aunque no hay referencia al ritual del Volador en fuentes mayas del periodo colonial temprano, fray Diego de Landa (1959, pp. 50-51) hace una descripción somera sobre el ritual de flechamiento que se practicaba en la península de Yucatán en el siglo XVI. Algunos detalles en esta descripción hacen evidente que se trata de una actuación ritual con muchos paralelos a la ceremonia nahua de tlacaxipehualiztli y a la que aparece representada en una página del códice mixteco Tonindeye (antes Nuttall). La evidencia provista por el grafiti de Tikal y el Códice Tepeucila vuelven a sugerir –como en el caso de Teotihuacan– que el ritual de tlacaxipehualiztli que se practicaba en el Altiplano Central y la Mixteca Alta entre los siglos XIII y XVI d.C. se acompañaba, al menos en ciertas ocasiones, con la Danza del Volador.

El que ambos rituales aún se practicaban hacia 1570 en los Valles Centrales de Oaxaca resulta evidente por varias expresiones que fray Juan de Córdova registró en ese entonces en su vocabulario español-zapoteco. El dominico nos dice que la expresión yagá cogapa significaba “palo como árbol de nao e[n] que buelan los yndios”, o “boltear quatro en vn palo como cruz como haze[n] los indios”. Por otro lado, la expresión tóni huecuá naya se refería al “palo, el juego del palo de los yndios, el jugar y todo el bayle”. Asimismo anotó que la expresión yága tòa pitóto táti péni significaba “palo para assaetear en el ahorcar o matar” (Córdova, 1987, 57v y 298v).

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

Vela, Enrique, “La Danza del Volador y el sacrificio humano”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 88, pp. 32-33.