A partir de la información recabada de un sinnúmero de investigaciones arqueológicas en distintas regiones de México y parte de Centroamérica, hoy se sabe que el Preclásico Medio en Mesoamérica englobaba una gran diversidad cultural y un dinámico intercambio de materias primas, bienes e ideas entre los habitantes de esas regiones.
En esta serie de artículos sobre la historia cultural de Mesoamérica, se considera al Preclásico Medio como el periodo que abarca de 1200 a 400 a.C. Este término es de uso añejo en la arqueología mesoamericana, al igual que lo es el llamarlo Formativo. Según este último enfoque, el Formativo Temprano (ca. 2000-900 a.C.) y Medio (ca. 900-500 a.C.) se traslapan en parte con el Preclásico Medio. Tal como se mencionó en el artículo introductorio de esta serie, tales divisiones del tiempo son en cierta medida arbitrarias y presentan problemas. La autora prefiere términos más neutrales, como el poco utilizado Horizonte Temprano, que no tiene significados implícitos en términos de estadio de desarrollo. Aquí se utiliza el término Preclásico Medio sólo como un marcador temporal para los 800 años en cuestión.
Si se visualizara nuestro actual conocimiento sobre el Preclásico Medio como un gran cuadro, éste estaría incompleto. Tendría secciones en que apenas se habrían plasmado algunos trazos ligeros; en otras se vislumbraría el trazo y se apreciaría la forma y quizá un poco de color, pero no se sabría exactamente lo que se está representando. Lo más notable serían unas áreas dispersas en donde se aprecian elementos dibujados con nitidez y detalle, que brindan una idea de lo que sería el resto del cuadro una vez terminado. Es así, y con base en la información acumulada durante innumerables investigaciones arqueológicas en diversas regiones de México y parte de Centroamérica, que se entiende actualmente que el Preclásico Medio en Mesoamérica es un periodo en el cual había una gran diversidad cultural y un intercambio dinámico de materias primas, bienes e ideas entre los habitantes de diferentes regiones.
Es en este momento que se presenta una serie de patrones culturales plenamente desarrollados, tales como sociedades jerarquizadas, asentamientos urbanos que incluían arquitectura monumental con funciones cívico-ceremoniales asociadas a zonas habitacionales, la creación de escultura monumental en piedra y escultura portátil en barro cocido y piedra, al igual que vasijas de cerámica con motivos iconográficos específicos. Tradicionalmente, se ha sostenido que la civilización olmeca –la supuesta “cultura madre”– fue la fuente de esta complejidad social; investigaciones recientes indican, sin embargo, que esta complejidad se manifestaba simultáneamente en diversas culturas con antecedentes propios, lo cual subraya el gran dinamismo existente durante este periodo.
Las investigaciones
La historia de las investigaciones en torno al Preclásico Medio es muy larga y compleja para incluirla en este artículo, por lo que sólo se presenta un esbozo. Para algunos especialistas, dicha historia inicia en 1810, cuando se publica una obra con la imagen del hacha Humboldt –desaparecida desde la Segunda Guerra Mundial–, la cual está labrada en un estilo que ahora se reconoce como olmeca. Por lo general, en el siglo XIX y principios del XX la discusión se centraba sobre hallazgos aislados de escultura monumental –como la cabeza colosal de Tres Zapotes, Veracruz, en 1862– y de esculturas de formato pequeño labradas en jade –como la impresionante hacha Kunz. Desde entonces, esta historia ha estado íntima y confusamente entrelazada con las diferentes definiciones que se han elaborado sobre la civilización olmeca. Las investigaciones arqueológicas de campo comienzan a partir de la década de 1920, cuando se identifica como olmeca a una serie de vestigios culturales, como ciertos tipos de vasijas de cerámica, esculturas y objetos de jade, procedentes de sitios tan diversos como los de la planicie costera del Golfo de México y los de la Cuenca de México. Los trabajos en la Costa del Golfo se inclinaron predominantemente a los vestigios del ámbito ceremonial, mientras que en la Cuenca de México hubo mayor énfasis en la excavación de entierros, aunque no se limitaron a estos dos campos. Podría decirse que la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología de 1942 representó el punto más alto de esta época en la historia de las investigaciones al respecto.
A partir de la década de los sesenta se llevó a cabo una gran cantidad de investigaciones de campo y gabinete, en las cuales se incluyen trabajos arqueológicos –usualmente con el apoyo de otras disciplinas y estudios específicos en la historia del arte. Dos de los resultados principales en los últimos 40 años de investigaciones han sido, por un lado, una definición más precisa de los restos materiales de la civilización olmeca, la cual se concentró en la parte sur de la planicie costera del Golfo de México; y, por otro lado, la identificación y definición de las múltiples manifestaciones culturales contemporáneas que se desarrollaron en diferentes partes de la zona maya, en Oaxaca, en el centro de México y en el área de Morelos-Guerrero.
Esto ha llevado a reconsiderar las interacciones que esas áreas sostenían entre sí o al interior de las mismas, y a desechar el concepto de “cultura madre”. En lugar de esto, surgió cada vez con más claridad un panorama que abarca una gran diversidad de patrones culturales que se repitieron –en diferentes escalas y con variaciones regionales- a lo largo de la historia prehispánica de Mesoamérica.
Rebecca B. González Lauck. Doctora en antropología por la Universidad de California, en Berkeley. Investigadora del Centro INAH Tabasco.
González Lauck, Rebeca B., “El Preclásico Medio en Mesoamérica. Tiempo Mesoamericano III”, Arqueología Mexicana, núm. 45, pp. 12-17.
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