El Cuartillo de Santo Tomás Ajusco y los cultos agrícolas
Los cofres de piedra
Los tepetlacalli son objetos ligados al culto religioso, recipientes prismáticos de piedra, con tapa o sin ella, cuyas paredes pueden ser lisas o estar decoradas con pinturas o relieves tanto en sus caras externas como en las internas. Las pinturas y los relieves suelen representar dioses, escenas rituales, glifos calendáricos, símbolos cósmicos, pluviales, agrícolas o referentes a la realeza; en ocasiones, los colores que cubren sus superficies remiten a las precipitaciones y la fertilidad de la tierra. Tanto las fuentes documentales del siglo XVI como la arqueología nos informan que los tepetlacalli servían como urnas funerarias; como receptáculos de imágenes divinas; de mechones de individuos recién nacidos y de muertos, y de ofrendas diversas. Entre estas últimas se encontraban las espinas de maguey y los punzones de hueso ensangrentados por la automortificación; los cuchillos sacrificiales de pedernal; cuentas y pequeñas esculturas de piedras verdes; objetos rituales de cerámica; conchas, caracoles, corales, cartílagos rostrales de pez sierra y otros restos de animales marinos; semillas, copal y carbón vegetal utilizados en las ceremonias; bolas de hule, y fragmentos cremados de huesos humanos o animales. Arqueológicamente, los cofres suelen aparecer enterrados ya en el cuerpo, ya en los cimientos de edificios de culto.
El nombre tepetlacalli deriva de los sustantivos tetl y petlacalli, por lo que su significado literal es “petaca de piedra”. A su vez, el sustantivo petlacalli –que deriva de pétlatl (“estera”) y calli (“casa” o “caja”)– designa un cofre de uso común en tiempos prehispánicos, el cual era destinado a guardar objetos valiosos: mantas de algodón, vestidos finos, plumas preciosas, joyas, objetos rituales y reliquias.
Imagen: Izquierda: Cara meridional del Cuartillo de Santo Tomás Ajusco, Ciudad de México. Foto: Leonardo López Luján. Centro: Tepetlacalli de mazorcas. Museo Nacional de Antropología. Foto: Gerardo Montiel Klint / Raíces. Derecha: El petlacalli del barrio de San Francisco hoy cumple con la función de pila bautismal. Capilla del Cuadrante de San Francisco, Coyoacán, Ciudad de México. Foto: Alberto Peralta De Legarreta.
Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Université de Paris X. Investigador del Museo del Templo Mayor y profesor de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, ambos del INAH.
Alfredo López Austin. Doctor en historia por la UNAM. Investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas y profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, ambos de la UNAM.
López Luján, Leonardo, Alfredo López Austin, “El Cuartillo de Santo Tomás Ajusco y los cultos agrícolas”, Arqueología Mexicana, núm. 106, pp. 18-23.
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