Una gran plaza, un diseño excepcional
Hacia 1959, la majestuosa Plaza de la Luna era un amplio claro subdividido por múltiples muros de piedra y angostos senderos que delimitaban los terrenos agrícolas del paisaje rural de Teotihuacan. Su flanco norte, enmarcado por el enorme montículo de la Pirámide de la Luna, señalaba el final de un vasto complejo de edificios alineados en torno a la Calzada de los Muertos que, a pesar de la vegetación, el paso del tiempo y las actividades humanas, daban cuenta de la planeación y monumentalidad del centro ceremonial de la antigua ciudad. Hasta 1960 la plaza carecía de exploraciones arqueológicas previas, pues únicamente se había intervenido en diversos momentos la propia pirámide (Gamio, 1922) y el altar central (Acosta, en Salazar, s.f.). Ese año Jorge Acosta comenzaba con la liberación de la fachada oriente del Edificio 1, mientras que del resto de los montículos y la plaza sólo se habían referido en diversos reportes y publicaciones, advirtiendo siempre que formaban parte de un gran complejo monumental (véase Gamio, 1922, t. I, p. 134).
Emulando los trabajos de Manuel Gamio para definir la estructura general de la Ciudadela a principios del siglo xx, gracias al proyecto se planteó delimitar la plaza para contar con el segundo gran complejo monumental puesto a la vista en Teotihuacan, con lo que se lograría establecer una visión más amplia del centro ceremonial. Previo a los trabajos, se realizó el registro topográfico, fotográfico e incluso con película cinematográfica de cada montículo, además de contar con el levantamiento topográfico que el doctor René Millon, de la Universidad de Rochester, compartió al INAH, con lo que fue posible manejar una misma carta en los dos grandes proyectos de la época. Para el control de las áreas a intervenir, se establecieron siete grandes zonas de trabajo entre la Pirámide de la Luna y la sexta plaza (de sur a norte) de la Calzada de los Muertos.
Imagen: La Plaza de la Luna y la Calle de los Muertos. Izquierda: Vista desde la Pirámide de la Luna, ca. 1908. Derecha: Imagen tomada de norte a sur, después de la reconstrucción de 1964. Fotos: Tomadas de Bernal, 1963, p. 22, Foto 21 (A) y Salazar, S.F., Foto 5.
Verónica Ortega Cabrera. Arqueóloga por la ENAH y doctora en estudios mesoamericanos por la UNAM. Dirigió diversos proyectos de investigación y conservación en Teotihuacan, entre ellos el “Proyecto de conservación del complejo arquitectónico Quetzalpapálotl e investigación de la Plaza de la Luna”. Docente en la Universidad Autónoma del Estado de México.
José Humberto Medina González. Arqueólogo por la ENAH y estudios de doctorado en la Universidad de Bonn, Alemania. Se especializa en la historia de la arqueología, los paisajes rituales y el ceremonialismo en el norte-centro de Mesoamérica. Desde septiembre de 2013 hasta diciembre de 2018 fue coordinador del “Proyecto Colección Kelleys” del ATCNAINAH. Curador en la Dirección de Patrimonio de la Coordinación Nacional de Memoria Histórica y Cultural de México.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Verónica Ortega Cabrera y José Humberto Medina González, “Ponciano Salazar Ortegón y el ‘Proyecto Teotihuacán’ ”, Arqueología Mexicana, núm. 170, pp. 72-77.